viernes, 24 de marzo de 2017

Tal fuimos, tal somos.



"(...)La Historia de España ha estado dominada desde hace mucho -desde hace demasiado- por personajes sin principios que han pasteleado entre sí para traficar con cuotas de Poder. No creo que vayamos a librarnos de ellos. Me conformaría con que a partir de ahora tengan que soportar que haya un buen puñado de voces que a cada una de sus mentiras la llame mentira; que cuando emprendan un negocio ilícito vivan en vilo, temiendo que sea descubierto y denunciado; que cuando pacten una desvergüenza hayan de soportar que sea zaherida en la plaza pública(...)"

Javier Ortíz, en "Tal fuimos, tal somos". Julio de 1994.




jueves, 16 de marzo de 2017

Sobre la figura del Vicario de Locubín Francisco Manuel de Abril y Mesa.






Esta imagen corresponde al trozo de lápida del último vicario eclesiástico de Castillo de Locubín, Francisco Manuel de Abril y Mesa, utilizada como traquillo de entrada a nuestra Iglesia por la parte del Cascajar.

El vicario del Sr. Obispo abad fue un importante personaje del pueblo que destacó durante buena parte del siglo XIX, cuando nuestra población dependía de la jurisdicción eclesiástica alcalaína, la sede abacial. Su cargo, además de gran autoridad en el pueblo y en la zona, suponía una enorme fuente de ingresos económicos.

F. M. de Abril y Mesa nació en Castillo en 1776. Hijo de Pedro Antonio de Abril y Rosa de Mesa. Nieto por línea paterna de P. A. de Abril y Isabel Ana de Contreras (o Espinosa), y por línea materna, de Martín de Mesa y Doña Leonor Férnandez Amador. De momento no he podido averiguar su fecha de fallecimiento, seguramente durante la década de los cuarenta del siglo XIX o principios de los años cincuenta.

Conocemos algunos datos de su vida a través de D. Rufino Peinado Peinado en la obra “Recuerdos de un carlista andaluz, un cruzado de la causa", escrita por su amanuense y sobrino R. Álvarez de Morales: “(…) Apenas recuerdo la figura del vicario, y quizá el que guarda mi memoria no sea de su persona, sino del retrato del despacho. Estaba allí representado en actitud reposada, apoyando el brazo sobre una mesa contigua al sillón en que aparecía sentado; las manos sujetaban un libro que se mantenía abierto por los dedos, que se perdían dentro de él. Era corpulento, muy blanco de tez, los ojos dulces y claros(....) El Vicario murió repentinamente mientras cenaba. Mi madre conservó, siempre viva, la horrorizada expresión del trance en que, cayéndole de las manos el cubierto con que comía, reclinando la cabeza en el respaldo del sillón, quedó muerto. Su cuerpo se enterró en la capilla del Sagrario de la parroquia del Castillo, y para cerrar la sepultura tenía dispuesta una gran lauda de mármol negro, que no llegó a ocupar nunca su lugar(estuvo arrimada al muro muchos años, luego se partió, y sus pedazos sirven hoy de escalones en la puerta lateral de la iglesia).

(…) Fue vicario de las Iglesias de Locubín, Familiar del Santo Oficio de la Inquisición, Beneficiado propio de la parroquia de San Pedro de este lugar, y que murió el día... La fecha estaba por grabar en la piedra, dejando espacio para escribirla entre los adornos que encuadraban la losa. Pues bien: mi padre no se ocupó de que el cantero del pueblo, en unos minutos de trabajo, trazara en números romanos, como pedía el tipo de rotulación, las pocas rayas que notaran el día, mes y año en que pasó a mejor vida el que hiciera tanto por su bienestar. Ni tampoco ordenó, o urgió del que debiera ordenarlo, que la losa cubriera la sepultura de quien para él fue todo en la vida, y del que recibió una fortuna en herencia(....).”

La figura del Vicario destacó a nivel politico antes del triunfo de la Revolución Liberal. Durante la Regencia de María Cristina mantuvo fuertes luchas electorales con los liberales progresistas, provocando una conmoción popular en las elecciones municipales del ocho de Marzo de 1838 encabezando las conspiraciones más retrógradas y realistas de aquella época de lucha entre liberales y absolutistas, como así se refleja en el documento titulado “Manifestación de las ocurrencias habidas en el Villa de Castillo de Locubín, Provincia de Jaén, el 18 de Marzo de 1838, al procederse a las elecciones para renovación del Ayuntamiento Constitucional.”: “(...)Llegó el día y multitud de ellos ocuparon las puertas de la Casa en que esta alquilada la Sala Capitular, porque no la tiene el Pueblo, por las causas que no son de este lugar, a las órdenes de los mandarines de este partido: su intención regularmente sería no permitir la entrada a los que no llevasen la orden de votar a sus candidatos, objeto que confirma el no haber reclamado oportunamente que la elección fuese en otro local, y las bufonadas que dirigían a los que se acercaban; habiéndose prevenido de antemano y repartido buenos tragos de aguardiente en la casa del Escribano y otras, para obrar con energía en cualquiera caso que se presentase; más como advierte haber algunos otros vecinos en el interior de dicha casa, cuando ya había entrado el Alcalde y algunos capitulares que concurrieron para votar o para presenciar la elección, los campeones Vicario y Escribano concibiendo algún inconveniente que fustrase su plan, entraron despavoridos, tratando de negros a los que estaban dentro; subieron a la Sala, insultaron al Alcalde Presidente, estirajaron su autoridad, trataron de obligarle a la fuerza a trasladar el acto a la Iglesia si dicho local, y que aunque para hacerse respetar invocó el sagrado nombre de Isabel 2ª, no pudo restablecer el orden, y el furor de ambos correspondido por sus coligados en la Sala, en la Casa y en la calle; provocó una conmoción popular que había estallado, si aconsejado el Alcalde de los Capitulares que le protegieron no hubiera suspendido la elección hasta que resolviese el Señor Jefe Político, a quien consultaría lo ocurrido(...)”


M. Gallardo Pulido.

lunes, 13 de marzo de 2017

Cultura versus propaganda





La cultura es la llave de la libertad. En otros tiempos, al decir su nombre se afilaban  sables, rodaban cabezas, se quemaban libros, se cosían labios.
Conseguir que los pueblos sean cultos, llenarlos de ideas, de preguntas, de imágenes, de partituras, es abrir las alamedas para que por ellas transiten los hombres y mujeres soberanos.
Ahí está el peligro, ahí está la esencia de la subversión.
Las personas que dedicaron sus vidas a cualquiera de sus oficios, asumieron  que su trabajo era un desafío contra la moral o la política. 
Levadura o lluvia. 
El sistema, para vaciarnos de humanidad y por consiguiente de rebeldía, pretende alejarnos de las letras, de las ideas, porque asume, como lo hicieron antes, que un pueblo  instruido es un pueblo en pie que no claudica.
Hacer propaganda de lo zafio, de lo vulgar, es su máxima.
Doctos personajes que crean al dictado de los amos, cómplices asalariados que llenan de mierda los teatros, las bibliotecas, las exposiciones.
Y así las cosas, en los márgenes de esta realidad, la cultura agoniza, como agoniza la libertad.
El deseo de saber, de explorar, de dudar, de imaginar, vive un exilio siniestro. Para que no rompamos las cadenas  lo mejor es que no sepamos que las llevamos puestas.
Por esto pienso que los que nos dedicamos a esto de una u otra forma, tenemos hoy más que nunca la responsabilidad de continuar cantando, aullando, aunque sea complicado hacerlo, porque en tiempos terribles es cuando más falta hacen las llaves que abren de par en par las puertas de otros mundos posibles.

Silvia Delgado Fuentes.