domingo, 20 de septiembre de 2015

MALVERSACIÓN DE FONDOS PÚBLICOS DURANTE LA DÉCADA MODERADA.

DOCUMENTO.


Señor Jefe Superior Político de esta Provincia.

Los que suscriben vecinos del Castillo de Locubín ante V. I. con el más profundo respeto EXPONEN:

Que en la elección de concejales de dicha Villa para el corriente año se designa para Alcalde 1º a Don Manuel Collado Castillo y para Suplente a D. Miguel Morales. Y aunque no quisieran molestar ni distraer la atención de V. I. de los graves negocios que le cercan; no pueden sin embargo dejar de hacerle presente que ambas personas tienen tacha legal y que su admisión traería de hecho la malversación de caudales públicos, que la ley ha tratado de precaver y evitar.
D. Manuel Collado es deudor a los Propios y al Pósito de dicha Villa. D. Miguel Morales se encuentra encausado en la Intendencia por malversación de Caudales en la Contribución  de Guerra así como todos los demás individuos que compusieron  el Ayuntamiento de esta villa en 1839.
También exponen que el Síndico nombrado en dichas elecciones, D. León de Puerma, adeuda al Pósito de la misma 85 fanegas de trigo, y el Suplente D. Juan Gabino González es en deber a dicho Establecimiento mayor número de fanegas de trigo.
Los comprobantes se hallarán en los respectivos Archivos y la Causa de Morales en el Juzgado de la Intendencia, y por su contexto si V. I. tiene a bien pedirlos, se penetrara que si las enunciadas personas se posesionan de los destinos municipales para que han sido respectivamente nombrados, seguramente que los Fondos públicos experimentarán quebranto y que la ley y la intención de S. M. se barrerán sobre este punto. Para evitarlo, pues, SUPLICAN a V.I. se sirva pedir informe a las oficinas correspondientes sobre los adeudos que van referidos y, apareciendo su certeza, acordar que los enunciados D. Manuel Collado, D. Miguel Morales, D. León de Puerma y D. Juan Gabino González queden excluidos del respectivo cargo municipal para el que han sido elegidos por cuya gracia y justicia vivirán reconocidos.


Castillo de Locubín, 10 de marzo de 1844.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Escudo del Batallón número 7. Milicia Nacional de Castillo de Locubín.



Documento  de mediados del siglo XIX. Es un grabado del escudo de Castillo de Locubín del Batallón Número 7 de la Milicia Nacional, anteriormente en los años treinta, batallón número 3.

martes, 15 de septiembre de 2015

La peste de 1682 en Castillo de Locubín.

                                                               La peste de 1682.





A continuación damos a conocer un trabajo muy interesante sobre la peste de 1682, realizado por el historiador alcalaíno  d. Francisco Martín Rosales. 



Una de las más importantes epidemias que influyeron en la comarca, concretamente en la villa del Castillo de Locubín, fue la peste que se extendió desde Cartagena desde el año 1676. En la comarca, al principio, afectó en el gran desembolso económico que suponía los preparativos, prevenciones y colaboraciones con otras ciudades, y, la villa sufrió los efectos mortales en 1682, que tuvo una gran trascendencia en la vida económica de la comarca. Hubo necesidad de solicitar nuevas roturaciones de tierras para afrontar todos los gastos que se produjeron relacionados con la peste y otros muchos que se pueden concretar en la reedificación de casas y murallas, las malas cosechas de años anteriores, la baja de la moneda, el pago de los cuarenta guardas diarios que suponían cuatrocientos ducados para lo que se vendieron 100 fanegas de trigo. la construcción del nuevo lavadero de Mari Ramos, la aportación a la Corona de los donativos anteriores y la parte correspondiente del servicio ordinario, otro impuesto,  que suponía cada año 121.653 maravedí y no se habían pagados en el trienio de 1667 al 1668.

            La ciudad de Alcalá la Real que tuvo que hacerse cargo de toda esta administración sufrió una crisis especial al tener que afrontar las prevenciones y la incidencia de la peste, sobre todo, en la villa del Castillo de Locubín, que en el camino hacia Granada tenía dificultades de control del camino de  los forasteros en sus Alamedas como ya previno el prior de los capuchinos en 1680 . Sin embargo, las medidas preventivas se remontaban al nueve de julio de 1676, cuando se le noticia del inicio de la peste en Cartagena por el Presidente de la Chancillería de Granada don Carlos Villamayor Urbano. Con su reverdecimiento en Cartagena y Crevillente en 1677 y una año después en 1678, se intensificaron las medidas del cerco y cierre de puertas en Arcos, Tejuela y san Bartolomé, por las partes más abiertas que eran la Peña Horadada, Capuchinos y Pilarejo. A finales de este año, los arrieros que comerciaban el pescado con Alcalá y el trigo alcalaíno en Málaga trajeron nuevas noticias de su contagio en muchas zonas, entre las que destacaban la capital y la Ajarquía. A esto se añadió la situación financiera embarazosa de retrasos en los pagos y la morosidad de muchos labradores, sobre todo, en los impuestos de millones y rentas reales, que se quejaban ante la ciudad de las medidas de los receptores, como aconteció a finales del año 1678. Los gastos de veinte guardas a caballo y de las puertas de los Álamos, Tejuela y san Bartolomé, que recaían en vecinos y trabajadores elegidos a suerte sobrepasaban los 550 reales diarios, con el fin de impedir la llegada de vecinos de Málaga y obligar a los transeúntes a la correspondiente cuarentena. La economía se resentía porque tan sólo se permitía a los agricultores ir al campo a través del Barranco de Millán y la Cruz de los Moros o quedarse en los cortijos, prohibiendo cualquier tipo de comercio. Tan sólo, los molineros y los abastecedores de hortalizas tenían esta única salida y entrada para comunicarse con la ciudad mediante control. La situación se hizo bastante tensa hasta el punto que hubo que encarcelar a algunos labradores que no podían soportar tantos días de inactividad y el propio corregidor propuso que se les concedieran tres reales por cada noche de guarda que realizaba para poder sustentar a sus familias. A las circunstancias de la peste se unía la carestía del pan, acudiendo al Duque de Sesa que les conseguía salvar la situación con el envío de 600 fanegas desde Baena. 

A pesar del cerco de la ciudad y del Castillo de Locubín, y, tras haber adoptado medidas oportunas en los cortijos y caserías, habiendo avanzado su contagio a los pueblos cercanos de Illora  por la parte de Granada, a Lucena y Priego por Córdoba y por el norte a Torredonjimeno y Alcaudete en la provincia de Jaén, también afectó a la comarca, particularmente al Castillo de Locubín en el 1682. Para ello de nuevo se cerraron las puertas, se puso una aduana a media legua de la ciudad y se prohibió el comercio y la salida de sus habitantes, tan sólo en las puertas de los Álamos y Tejuela mediante registro de dos caballeros y en el portillo del Cambrón a través del Postigo para los hombres del campo. Tampoco sirvieron las medidas de restricciones a mesoneros, bodegueros y taberneros impidiendo el alojamiento de personas sin licencia,  ni el que las boticas dispusieran de las medicinas necesarias, sobre todo la trinca de Toledo, el control sanitario de las personas viajeras, los 60 guardas de día y de noche ni la comisión especial para asuntos de urgencia, constituida por varios regidores y jurados y el corregidor, ni los registros ni la prohibición de ventas y comercio de ropa, lienzos, paños ni especería. 

La población de los doscientos cincuenta cortijos  también se vio afectada con medidas de alojamiento de mujeres y niños en Alcalá y control exhaustivo de los hombres que tan sólo se les permitía ira a trabajar o, a lo más residir en los cortijos durante el contagio, recibiendo el alimento necesario en las puertas de la ciudad para impedir que metieran  el trigo y la cebada entre las ropas. Se impidió que la población lavara la ropa en el lavadero de la Fuente Rey, levantándose el de Mari Ramos.  El comercio con Motril, Antequera y algunas ciudades de Málaga contagiadas  se cerró; tan sólo se permitió el abastecimiento con los campos cercanos a través de las puertas de Cambrón y Cruz de Los Moros. Incluso, algunas medidas llegaron a ser trágicas como la demolición de las casas y albergues de Frailes y el alojamiento de sus vecinos a Alcalá por la primavera del año 1680:

o salgan del término por no estar cercadas dichas casas y es contingente que reciban en dichas algún forastero que venga de parte contagiosa y que participe  con lo que residen en dichas Casas de Frailes a los vecinos de esta dicha ciudad por tener en ella libre entrada

En el Castillo, en el año 1680, hay avisos por los forasteros que corren por las alamedas y el ganado caprino se ve afectado por una peste de zangarriana.
Incluso aplicándose  dichas medidas y la proliferación de grandes rogativas que se hicieron a la patrona santa Ana, Virgen de las Mercedes, san Roque y san Sebastián en el año 1680, en el Castillo de Locubín, donde se habían encargado dos regidores locales y los alcaldes ordinarios y también se había cercado, el alcalde del Castillo Sebastián Pérez de Aranda anunció en veinte de mayo de 1682 que la peste se había propagado en la villa. El comisario de la peste don José de Narváez estaba ausente en su cortijo y hubo que nombrar nuevos comisarios. Pronto se tomaron las medidas sanitarias, médicas y hacendísticas, cerrando por completo las puertas y cercas de Alcalá mediante una aduana y unos 36 hombres de guarda y solicitando una provisión real de más de tres mil ducados para afrontar los gastos. Afectó a más de noventa y cuatro casas, ciento cincuenta personas tuvieron que curarse de cuarentena, y murieron unas ciento diez personas. El comercio quedó completamente paralizado y no se permitió la salida al trabajado en la villa del Castillo. Como la villa estaba desabastecida de Hospital y servicios médicos, se invirtieron cuatro mil ducados en un hospital en las Almenillas, servicios médicos, farmacéuticos y cuatro franceses para quemar los enseres de los afectados. Además durante los meses de mayo hasta parte de agosto debieron vivir de las limosnas la mayor parte de la población, y, sobre todo, la parte jornalera. El efecto de la peste fue enorme simplemente la quema de todo tipo de enseres, la pérdida de cosechas, la ausencia de comercio y el abandono de los campos supusieron treinta tres mil reales para aquella villa, a lo que había que añadir los cuatro mil ducados invertidos por la ciudad de Alcalá la Real y la limosnas de los vecinos para alimentar a los  vecinos durante este período.

El final de la peste dejó otras huellas importantes, pues la baja de la moneda  de cuatro maravedís a uno y de ocho a dos, provocó situaciones de desabastecimiento de trigo, No obstante se recompensó a la ciudad con una feria, que era tradicional entre los comarcanos, donde se  vendía, sobre todo, ganado y había entrado en litigio con la de Noalejo que se celebraba por las mismas fechas. La importancia económica de dicha  feria consistió en convertirla

 perpetua, desde el día doce hasta el veinte de septiembre de cada año, pagándose alcabalas y demás derechos reales de todo lo que no es franco y reservado más de  que por sí dicha Ciudad en virtud de privilegios estuviese excepta.

En 1681, se trasladó una gran cantidad de moneda de molino a la Casa de Moneda para ser fundida en vellón grueso. Sólo en arbitrios 1034 reales.

Francisco Martín Rosales.





viernes, 11 de septiembre de 2015

TESTIMONIOS EPIGRÁFICOS DE ÉPOCA ROMANA EN CASTILLO DE LOCUBÍN.


“El tiempo saca a la luz todo lo que está oculto y encubre y esconde lo que ahora brilla con el más grande esplendor”. Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C); poeta latino.

Para la reconstrucción del pasado histórico del territorio de Castillo de Locubín en época romana, durante un tiempo bajo la jurisdicción civil, judicial, administrativa y eclesiástica de la ciudad de Alcalá la Real, “vere nullius sed propiae dioecessis” y, finalmente, con el triunfo de la Revolución Liberal, con su propia administración y Ayuntamiento, se requiere analizar los testimonios documentales que tenemos, como pueden ser los restos epigráficos, numismáticos y arqueológicos. A continuación nos referiremos a los primeros, esto es, al campo de la epigrafía y las inscripciones latinas halladas en el municipio de Locubín y su ámbito territorial.

Hace un tiempo tuve la oportunidad de consultar una  información del libro manuscrito núm. 4469 de la Biblioteca Nacional titulado “Antigüedad de la ciudad de Alcalá la Real y su villa; del castillo con las inscripciones romanas y de godos y fundación de los moros africanos y ganancia del Sr. Rey D. Alfonso y otros sucesores suios por Lope visto y leído”. En dicho documento se hace referencia  a una serie de inscripciones latinas donde aparece el nombre de “municipium polconense” y datos de época de la conquista musulmana y reconquista cristiana en Alcalá y Castillo. Hasta hace poco los investigadores y estudiosos locales han postulado que el municipio de Ipolcobúlcula correspondía al territorio de Castillo de Locubín y, en concreto, estaría ubicado en los alrededores de la pedanía de Ventas del Carrizal, en el cerro de la Cabeza Baja, donde se han encontrado importantes restos arqueológicos de distintas épcocas, desde la Prehistoria hasta el periodo íbero y romano. En 1915 el académico E. Romero de Torres publicó dos artículos sobre Castillo de Locubín y el poblado del Cerro de la Cabeza Baja (Encina Hermosa) dando cuenta de los restos arqueológicos encontrados en el yacimiento. Uno de ellos titulado “Ipolcobúlcula”, publicado en “Epheméride Don Lope de Sosa” y, el otro” titulado “Castillo de Locubín”, en el Boletín de la Real Academica de la Historia. El sr. Romero de Torres identificó el yacimiento de la Cabeza Baja con la “Ipolcobúlcula”. Sin embargo, investigaciones recientes (realizadas en los años noventa del siglo pasado) vinieron a demostrar el error de la ubicación de “Ipolcobúlcula” en el Cerro de la Cabeza Baja, término de Castillo de Locubín. El trabajo de investigación realizado por Mauricio Pastor Muñoz y Manuel Sotomayor, “El Territorio de la Abadía de Alcalá la Real en época romana” publicado en el tomo uno de “Alcalá la Real, Historia de una ciudad fronteriza y abacial” en el mes de mayo de 1999 viene a demostrar la ubicación de “Ipolcobúlcula” en Carcabuey (Córdoba). Dos fueron las circunstancias que vinieron a corroborar esto último: la existencia en el “Cerro del Castillo” de una ciudad ibero-romana y la localización en sus alrededores  de seis inscripciones funerarias  con el gentilicio “ipolcobulculensis”. También dichos historiadores realizaron un pormenorizado trabajo de investigación referente a las fuentes epigráficas de la zona, entre ellas, un ara votiva de piedra marmórea encontrada en Castillo de Locubín  y citada la en la momumental obra de Hübner “Corpus Inscriptiorum Latinarum” y en el trabajo de Cristóbal González Román y Mangas J. Titulado “ “Corpus de Inscripciones latinas de Andalucía” (III volumen). El texto de la inscripción es el siguiente: “Consagrado a la Luna. Servilia Crocale, cumplió con gusto un voto que le había prometido”. Apareció en el año 1838 en Castillo. De allí se trasladó a la casa de Aureliano Fernández Guerra en Granada. Se tiene constancia de que se hizo una copia, que vió Hübner. En la actualidad hay una copia en yeso en el Museo Arqueológico de Madrid.


El nombre “Servilia” aparecido en la inscripción viene a indicar su antigua condición esclava. El cognomen “Crocale” es de origen indígena o íbérico, hecho sobre el radical “Crucus”, onomástica  primitiva de la zona de la Galia e Italia. Sin embargo González Román y J. Mangas opinan que es de origen griego. La cronología es del siglo III d. C. La importancia de dicha inscripción de “Servilia Crocale” radica  en que es uno de los pocos ejemplos dedicados a divinidades astrales. El voto esta dedicado a la diosa Luna, culto que ya existía  en época de los iberos. Dicha diosa fue asimilada a “Tanit”, cuya representación, la media luna, aparece en otra inscripción encontrada en Alcalá la Real.

A todos estos datos quisiera añadir más información al respecto. Consultando un trabajo de Juan Manuel Abascal y Rosario Cebrián, titulado “Manuscritos sobre antigüedades de la Real Academia de la Historia” (el tomo 12) aparecen publicados una serie de fichas de de Aureliano Fernández Guerra donde se hace una relación de objetos e inscripciones. Refiriéndose a dicha inscripción dice: “La tengo en el jardín de mi casa, calle del correo-viejo. Hallóse en el Castillo de Locubín a fines de 1838 por d. Francisco Santiago Parera”.  Nos referimos, claro está al bisabuelo del célebre maestro castillero d. Federico Parera.. Su nombre completo Francisco Santiago Parera Fernández, importante personaje de Castillo, que destacó como político durante la Regencia de Maria Cristina (1833-1839), siendo alcalde de Castillo por el partido “del progreso” en varias ocasiones y comandante de la Milicia Nacional. Asesinado por sus enemigos políticos en la noche del 6 al 7 de Julio de 1839,  poco antes de las elecciones municipales.


También tenemos constancia de otros restos epigráficos con inscripción. En el yacimiento arqueológico del “Marroquín” de Encina Hermosa  aparecieron tres urnas doradas. En una de ellas, desaparecida, estaba escrito el siguiente texto: PM.S. Letras que corresponden, seguramente,  a las abreviaturas de tres nombres.


No cabe la menor duda de que el ara votiva de “Servilia Crocale” hallada por Santiago Parera es un importante testimonio que nos informa del nombre que llevaba una mujer de Castillo de Locubín en dicha época, así como su situación en la escala social y sus preferencias religiosas.

Moisés Gallardo Pulido.

BIBLIOGRAFÍA.


- CASTILLO CASTILLO, Concepción. Historia de Castillo de Locubín. La General. Granada. 1968.

- ÁLVAREZ DE MORALES, Rafael. Con un castillo en su nombre, Historia de Castillo de Locubín. Ayuntamiento de Castillo de Locubín. Granada. 1992.

- SOTOMAYOR MURO, M. Y PASTOR MUÑOZ, M . “El territorio de la Abadía de Alcalá la Real en época romana”. Alcalá la Real, Hisotira de una ciudad fronteriza y abacial. Ayuntamiento de Alcalá la Real. Tomo I.  pp. 223-311. 1999.

- PAISAJE. Crónica trimestral ilustrada de la provincia de Jaén. Nº 100. pp 1601. Febrero, Marzo y Abril de 1957.

- ABASCAL, M Y CEBRIÁN, R.  .  Manuscritos sobre antigüedades de la Real Academia de la Historia. Madrid, Real Academia de la Historia, 2005.

jueves, 10 de septiembre de 2015




“La cámara de las seis tinajas” (Casa de Federico Parera).

Uno de los espacios interiores con más atractivo de la casa de d. Federico Parera. Forma parte de los sótanos de la casa, que durante la guerra civil española, fueron utilizados como refugio antiaéreo por parte de un sector de la población.

Nos encontramos ante la bodega del más alto representante de las iglesias, convento y ermitas de nuestro pueblo a mediados del siglo SXVIII , el Vicario eclesiástico d. Juan Matheo de la Jurada, entonces propietario de dicha casa solariega situada frente a un antiguo molino de aceite, hoy desaparecido.

Por el testamento otorgado a principios del mes de febrero de 1753 conocemos algunos detalles de su existencia y herederos, como su sobrino el clérigo Saboyano: “(...)mando a D. Bizente Saboiano, clérigo subdiácono, mi sobrino, bezino de esta villa por el mucho amor y boluntad que le tengo, y para que se mantenga y ascienda al sagrado orden de Presbítero, con toda decencia, honor y decoro, dos mulas gallegas con sus aparejos, con los pertrechos de arados y demás del manejo del campo, y las candiotas que tengo en las casas de mi abitación, y en las que lindan con las de D. Lucas Rejano, vecino de esta villa, con el Bino que tienen y demás que se hallase en mis bodegas: como también una cuchara, y tenedor de plata, y todo el mueble de que se componen las referidas casas de mi avitazión incluyéndose toda la ropa blanca y de color que se allase ser de mi uso al tiempo de mi fallezimiento, y un bastón con puño de plata: con advertencia que hago de que en esta manda no se incluyan los granos, azeite, y alajas de oro y plata, que así mismo se allasen en dichas mis casas: porque esta es mi voluntad”.

A principios de la década de los años treinta del siglo XIX el cura Varona legó a Santiago Parera “la mitad del vino que se halla en los toneles de la bodega de las casas que habita y todos los toneles que hay en ella”. Por entonces, la bodega/sótano de la casa de d. Federico Parera se componía:

1) Tres toneles de cabida de 60 arrobas entre todos. En su interior había 30 arrobas de vino de a diez reales.

2) Una tinaja pequeña de cabida de cinco arrobas.

3) Seis arrobas de carbón.

4) Una tinaja con 15 arrobas de aceite.

5) Un cántaro de arroba.

6) Entre las medidas destacar una media cuartilla, un jarrillo y un embudo pequeño.

7) Un farol en el portal.

Moisés Gallardo Pulido.
La fuente de la Plaza. 

Situada en el casco histórico de la población ( antigua calle de la Plaza), en la pequeña plaza frente a la antigua vivienda de la Condesa de Humanes, ha sido una de la fuentes más emblemáticas en el imaginario colectivo desde la época de la edad moderna hasta la actualidad. Hoy desaparecida. Este fuente pública, junto con la del Cantón, se distinguía de las demás por su elementos constructivos y ornamentales. Como afirmaba R. Álvarez de Morales era de una arquitectura exenta “con un gran frontis de piedra de cantería en el que estuvo tallado el escudo y armas de la ciudad de Alcalá y algunas alegorías, amén de las inscripciones indicadoras de la fecha y magistrados que hicieron la obra”. Dichos elementos de decoración y adorno esculpidos en piedra fueron destruídos durante el periodo del Sexenio Revolucionario (1868-1873). Desde el manantial del Caño ( y mediante una conducción de atanores de barro) se abastecía la población mediante dos fuentes públicas (la de la plaza y la de la calle de Siles). También algunos edificios solariegos, como la casa del Vizconde Sancho Miranda, marqués del Donadío, actual Llanete, edifico que albergó las antiguas escuelas y Ayuntamiento a finales del S. XIX. En los años finales del siglo XVIII se construyó la fuente del Cantón, por inicitativa del corregidor alcalaíno D. Vicente de Saura y Saravia. Fotografía aparecida en el pograma de Feria de Nuestro Padre Jesús del mes de Septiembre de 1966. Gentizela de Pilar Pérez Guzmán.

Moisés Gallardo Pulido.