sábado, 9 de diciembre de 2023

LAS ERMITAS Y LAS CRUCES DE PIEDRA.

 

Las ermitas y las cruces de piedra.

 

Tanto en la relación de 1787 como en la de 1850 que venimos citando, se da noticia de cinco ermitas en el campo, o extramuros de la población. Éstas eran la de Nuestro Padre Jesús, Belén, Jesús y María, San Antón y la Santa Veracruz. Como no se menciona la del Calvario es seguro que su construcción fuera casi contemporánea nuestra, y el tipo de edificación así lo revela, lo mismo que la decoración, hecha de mano poco hábil y pobre, como el conjunto del edificio. Debió edificarse con poca holgura de medios, además de con mal gusto. Allí se dio culto al Cristo del Calvario, a Santa Rosa y a San Isidro Labrador. Todo se perdió y arruinó en la guerra civil.

 

La ermita de Belén ha desaparecido totalmente. Sabemos que estuvo en la huerta que hoy es de la familia Aranda, en el Colmenero. En el catastro de Ensenada esta ermita aparecía con cuatro celemines de huerta rodeando el edificio. Seguramente los Aranda poseían la huerta colindante, y en la Desamortización lo reunieron todo en una sola parcela. Por referencias que recogimos en nuestra niñez de boca de Oratoria la Reina, que fue asidua a la ermita, a ella acudían a cantar villancicos las comparsas de Nochebuena, y allí también acudía la gente, en la noche del 5 al 6 de enero, provistos de escaleras, para ver a lo lejos la llegada de los Reyes Magos. Sólo sabemos que en ella se daba culto a Nuestra Señora de Belén.

 

De la ermita de Jesús y María quedan en pie las paredes maestras y la casilla del santero, convertida en vivienda particular. En el mentado Catastro aparece con doce celemines de tierra de secano en propiedad. Todavía alcanzamos a verla abierta al culto, y así se hacía cada año una fiesta a San Blas, que era festejo de todos los vecinos del Barrio Bajo. En la Pascua Florida se hacía en ella la bendición de los campos, a la llegada del clero cantando las Letanías Mayores. En el atrio tenía unos asientos de piedra que hacían grato el descanso, y era lugar de paseo. Entre 1929 y1930 se desmanteló, por no haber acudido a tiempo a su reparo, y el modesto retablo y las imágenes se recogieron en la Parroquia. Se daba en ella culto a San Blas, entonces santo de gran devoción, patrono para remediar los males de garganta, que podía ser amparo en las epidemias de difteria, que la gente llamaba “las llagas”; y con él al Arcángel San Miguel, imagen que perturbó el sueño de la gente menuda del Castillo durante siglos, pues el Arcángel, armado de punta en blanco con casco, rodela y espada, pisaba al demonio, representado con un espantable gesto de ira, enseñando los dientes blancos en la roja boca inflamada de llamas, negro el cuerpo y sujeto por unas cadenas, que sostenía la mano de San Miguel.

 

La ermita de la Santa Veracruz fue destruida por los franceses después de utilizarla como acuartelamiento del destacamento de Dragones que guarneció aquellos años el Castillo, como antes dijimos. De su propiedad era el huerto en que están sus ruinas. Fue seguramente la primera que desapareció, y no conocemos a nadie que la recordara abierta al culto. Parece que en ella se daba culto a la Cruz de Caravaca, y en las veletas y remates de tejado que recogimos de ella estaba este tipo de cruz con doble palo horizontal.

 

Todavía se mantiene en pie la de San Antón, aunque sin otro adorno que la imagen del titular burdamente restaurada. Tuvo en sus buenos tiempos un retablo decente con la imagen del titular, una imagen de la Verónica y una buena talla de Jesús atado a la columna. Todo se destruyó durante la guerra civil, y la imagen de la columna terminó colgada de un árbol del Paseo por los defensores de la libertad. Ha vuelto a tener culto algún día al año, y por la comodidad de que en ella descanse el duelo en los entierros que se dirigen al cercano cementerio. Esta ermita fue famosa en tiempos pasados por los grandes festejos que se celebraban el día de San Antón. Aún recuerdan los viejos con añoranza la subasta de testuzos y patas de cerdo, así como pujas por alcanzar los roscos adornados de cintas que regalaban al Santo las mozas, y subastaban en beneficio de aquél sus novios y pretendientes. Un pintoresco mundo ido, con sus preocupaciones y con muchas alegrías unidas al recuerdo de las fiestas de San Antón.

 

La ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno mereció más larga referencia en la relación de 1850. de las otras dice: “Todas ellas pequeñas y sin ningún mérito arquitectónico”, pero de ésta: “Se venera en un camarín, recargado de adornos platerescos, la imagen del titular que, aunque algo exagerada, es de bastante mérito artístico”. Destaquemos en primer lugar que el edificio es muy capaz y sobrado para ermita; más bien una pequeña iglesia. No sabemos cómo sería el camarín que dice aquella referencia, pues, alrededor de 1920 y por iniciativa y cuenta de la Condesa de Humanes, se hizo una reparación general del edificio, que amenazaba ruina por su proximidad al barranco que por allí pasa. Después de aquella reparación el camarín fue pintado al temple sobre un fondo de adornos de estucos, que bajando de la cúpula de aquél fingían colgaduras. Después de la guerra civil había desaparecido el retablo, y posteriormente, al hacer reparaciones en el edificio, se perdió todo rastro de lo que allí hubiera. Todo es pobre y liso, mondo y lirondo, y sin otro adorno que la cal de blanqueo. Tuvo su altar principal un buen retablo de madera estofada, con cuatro columnas salomónicas, más altas las centrales, entre las que se encontraba el cristal que cerraba el camarín donde está la imagen; a los lados, en sus hornacinas, se veían las imágenes de San José y la Dolorosa. Ya hemos dicho que la talla de San José era buena; añadamos que fue siempre el Patrono de nuestro pueblo. Había también dos pequeños altares laterales, con modestos adornos en madera estofada, en los que estaban las imágenes de la Magdalena y un Crucificado de ningún valor.

 

Mientras se hizo la reconstrucción de la Iglesia Parroquial esta ermita sirvió de Parroquia. Al volver a encargarse de ella la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, su propietaria, se hicieron algunas obras en el año 1951 y se la dotó de bancos, todo ello costeado por los hermanos. La imagen titular se salvó de ser destruida durante la guerra civil porque, el entonces Tesorero de la Hermandad, la sacó de noche del camarín, y encerrada en un cajón la enterró en el campo. Por esta causa se aprecian algunas desconchaduras y desperfectos en el estuco de la cara y manos de la imagen.

 

En la misma guerra se perdió la rica túnica bordada que lucía en las procesiones; aquella túnica tardó en hacerse muchos años y se costeó con limosnas de todos los vecinos. También se perdió una maravillosa cruz de plata que poseía, de la misma factura y donada por el mismo bienhechor desconocido que donara el juego procesional de la Parroquia. Tenía la cruz un alma de madera ligera y a ésta quedaban atornillados los ricos remates y las planchas con relieves de la Pasión que formaban la cruz, en trabajo repujado y cincelado. Se guardaba esta cruz en la última casa del Cantón Alto, esquina a la calle Collados, casa que fue de tío Prevente, luego de su hija Serafina; de ella pasó a su marido Rafael Álvarez, y luego los herederos de éste. Por tal causa se la conocía por el nombre de la “Casa de la Cruz”

 

Por devoción de Don Ezequiel Álvarez Castillo y su esposa Doña María Lara, se llevó a término la construcción de unas andas procesionales para la imagen, hechas de plata. Aunque la labor y riqueza apreciable, no pudo hacerse, como fuera el propósito, una obra pareja a la cruz; ni la mano de obra ni los medios de que se disponía consintieron igualar con aquélla, aunque con ellas se dio majestad y riqueza al paso de Nuestro Padre Jesús. Lucieron bastantes años, y al fin corrieron la misma suerte que la cruz, siendo fundidas para aprovechar la plata durante la guerra civil.

 

Era propia de esta ermita una pieza de tierra de nueve celemines, y otra huerta de una fanega y tres celemines, que labraba el ermitaño, gravadas con carga de tres misas que se decían ante la imagen, y censo de dos fanegas y media de trigo que se pagaban a la Capellanía de Don Fernando Álvarez de Sotomayor, lo que sobrara de la renta debía aplicarse a obras y mejoras de la ermita.

En su atrio, al fondo y a la derecha, hay un pequeño huerto cerrado con baranda de hierro, sobre una bancada de asientos de piedra de cantería. En medio de él se levanta una cruz de piedra labrada, única que escapó indemne del destrozo de la guerra. Esta cruz dicen que ocupa el lugar exacto donde cayera muerta la mula que portaba la imagen de Jesús. Cuenta una leyenda que, en fecha remota e imprecisa, pasó por el pueblo un trajinante con su mula, en la que porteaba voluminoso fardo. Al tomar el camino de Alcalá, que entonces subía en derechura de la ermita sin dar la vuelta por la Calzada, cayó la mula, reventada por el peso del bulto. Acudieron los vecinos a socorrerlo, y tantas veces como se intentó mover la caja fue imposible hacerlo, como si estuviera clavada en el suelo; en vista de ello se ordenó hacer la ermita y en ella quedó la imagen, sin que se supiera más del trajinante, que desapareció misteriosamente.

 

Digamos otra vez que el pueblo cree que esta imagen salió de las manos de Montañés, aunque nadie- que sepamos- la ha estudiado, y por tanto no hay base para tal atribución. La cruz y la túnica procesional que hoy luce, así como las potencias y otros adornos, han sido costeados recientemente por algunos devotos y con fondos de la Hermandad. El deterioro de la imagen es visible y aumenta cada día, por lo que sería discreto hacer un estudio de ella, previo a su reparación, que cada día se hace más necesaria.

 

Símbolo de la religiosidad de nuestro pueblo fueron las cruces que se colocaron, en el curso de los años, en diversos lugares de él; algunas fuera del casco de la población, como la Cruz de San Cristóbal, en el punto más alto de la Acamuña, y la Cruz de Palo en el camino de Fuente Teta, en donde, después de desaparecida, quedó su recuerdo en una era que lleva su nombre, también desaparecida ya. Estaba en lo alto del Estacar, en el olivar de Banderas. De estos últimos años data el emplazamiento de otra en el cerro del Castellar, que instalaron los dueños del Cortijo de Fuente Rueda para festejar allí la Cruz de Mayo.

 

La más hermosa y de mejor traza que hubo en la población estuvo en la plazoleta de la iglesia, al principio del Cascajar. Seguramente estaba en el mismo lugar cuando aquella plazoleta era el osario donde se depositaban las mondas que se hacían de las sepulturas de la iglesia, hasta que se hizo el cementerio de San Antón. Los pedazos de esta cruz, rota durante la guerra civil, estaban recientemente en la misma plazuela, arrimados contra el muro de la iglesia. En el rellano que hacía, y hace, la Cuesta de Capuchinos al partirse en dos brazos -uno que sube a Puerta Real y el otro que va a parar a la Calle Alta-, hubo otra cruz de piedra, muy sencilla, cuyos pedazos servían últimamente de poyo a las casas de aquella vecindad.

 

Otras dos cruces de piedra se han reconstruido después de haber sido rotos durante la guerra civil, y, aunque siguen en el mismo lugar que estuvieron siempre, han variado de emplazamiento: una es la de San Antón, que por los ensanches de la carretera vino a quedar adosada a las paredes de la ermita; la otra es la Cruz Verde, que por la misma causa se colocó en el andén superior de la calle Alta. Las dos son de piedra de cantería y traza sencilla.

 

Todo el camino que conduce al Calvario estuvo jalonado de cruces para rezar las estaciones de la Vía Dolorosa, cuya primera estación se hacía en la Cruz Verde. Las del Calvario sólo tenían de piedra un sencillo basamento formado de un solo bloque escuadrado, y sobre él estaba engastada el asta de una escueta cruz de hierro. Debió ser la obra más moderna de esta clase, contemporánea de la ermita del Calvario, y consideramos la más antigua la de la plazuela de la Iglesia, que se conoció siempre con el nombre de la Placeta de la Cruz.

 

Dejamos a un lado, por ahora, otras referencias sobre el caudal de nuestra Iglesia en tiempos pasados, para continuar anotando otros edificios religiosos que antaño hubo en nuestro pueblo, y trataremos del Convento de Capuchinos, cuyo nombre perdura en la Huerta del Convento.

 

Álvarez de Morales, Rafael: Con un castillo en su nombre, historia de Castillo de Locubín. Págs. 185-190. Ayuntamiento de Castillo de Locubín. 1992.

jueves, 14 de julio de 2022

LA IMAGEN DE JESÚS NAZARENO: ORIGEN, CULTO Y DEVOCIÓN.

 

LA IMAGEN DE JESÚS NAZARENO: ORIGEN, CULTO Y DEVOCIÓN.

Moisés Gallardo Pulido.

Desde la infancia siempre me sorprendió y admiré el culto y la devoción de los castilleros a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Fue allá, a principios del año 2000, cuando me puse a investigar la historia de la venerada imagen en sus fuentes documentales y orales. Todo comenzó con el hallazgo de las fotos más antiguas de la efigie así como documentos relativos a la cofradía y la fiesta que se hacía en su honor durante el mes de Septiembre, entre los días 7 y 11, con motivo de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz en el siglo XIX. A partir de entonces empecé una ardua tarea en la investigación de la cofradía y su ermita, que se vino obstaculizada por la desigual distribución de los fondos documentales de la actual cofradía y el archivo parroquial, donde prácticamente no existe documentación del siglo XIX.

Aunque a principios de los años ochenta Olivares Barragán situaba el origen y culto de Nuestro Padre Jesús en la época de la Reconquista, hoy día, gracias a la labor de investigadores recientes como Manuel Urbano, en su “Leyenda Áurea Giennense”, y a Francisco Martín Rosales, podemos situar el origen de la leyenda y culto a la imagen de Jesús durante la época del Barroco, en el siglo XVII, coyuntura en la que nuestra villa aprovechó para iniciar pleitos de independencia y separación de la vecina ciudad de Alcalá la Real. Los primeros testimonios de cofradías y hermandades se remontan al siglo XI, pero será a partir de los siglos XV y XVI cuando las cofradías adquieran un gran protagonismo social, económico y de profunda raíz religiosa. Con el desarrollo de las hermandades de Penitencia o Pasión aparecen los primeros estatutos por los que se rigieron dichas sociedades. El Concilio de Trento (1545-1563) favorecerá la expansión de las hermandades y cofradías así como el culto de imágenes de Cristos y Vírgenes. Entre las imágenes y advocaciones que compartían también devoción con la del Nazareno destacar la de San José(aparece ya como patrono de la villa en el siglo XVIII, la antigua patrona del siglo XVII era la Virgen del Rosario), la de la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Belén, Jesús y María, Santísimo Sacramento, Caridad y San Pedro, siendo las más antiguas la de San Sebastián y la de la Veracruz.

La leyenda barroca del culto a Nuestro Padre Jesús fue estudiada recientemente por Urbano: “ Castillo de Locubín venera a Nuestro Padre Jesús Nazareno, imagen, que, según piadosa tradición, se hizo con destino a la vecina Alcalá la Real- ciudad de la que en tiempos fuera lugar dependiente, y de viejos y largos litigios por su emancipación-, pero quienes la transportaban, tras descansar y hacer noche en Castillo, la que será su última parada, se vieron impotentes para que el carro se moviese, puesto que inesperadamente lo que llevaba se había convertido en una carga muy pesada. Ante tamaño suceso, se decidió construir en el lugar una ermita, donde aún se venera la referida imagen”. La veneración de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas se extendió por muchos lugares de España a finales del siglo XVI. El historiador Francisco Martín Rosales recientemente ha situado el origen de la cofradía y ermita de Jesús Nazareno de Castillo de Locubín a partir del segundo decenio del siglo XVII e incluso antes tomando como punto de partida los testamentos de la época y la mandas de misas en honor a milagrosa imagen especificándose incluso que se celebrasen en la mencionada ermita. Fue caso de Juan Márquez, que en agosto de 1621, en su manda testamentaria reza lo siguiente: "declaro que soy cofrade de Santo Cristo Nazareno mando que la cera de ella me acompañe en mi entierro y se pague la limosna acostumbrada". De este testimonio se deduce claramente que en aquellas fechas no solo existía la cofradía sino el edificio de la ermita. También se aprecian dos puntos en común de los estatutos de la Cofradía del siglo XVII con respecto a su refundación en abril de 1851: la limosna y la cera. Incluso la manda testamentaria de Juan de Quesada remonta el origen de la cofradía a junio de 1615. De todos estos testimonios se revela la gran devoción con que gozaba la imagen a principios del seiscientos. También se desprende la importante función de la Cofradía no solo como agrupación religiosa y devota sino con su función piadosa, asistencial y caritativa. No cabe la menor duda de que ya en esta época la hermandad de Jesús Nazareno creaba conexiones de amistad, vecindad, patronazgo y paisanaje entre los castilleros convirtiéndose en un símbolo de la religiosidad popular. Los últimos estudios de investigación incluso precisan más sobre las fechas concretas de la fabricación de la talla de Jesús Nazareno de Castillo de Locubín situándolo en los decenios finales del siglo XVI. Tradicionalmente se ha adscrito el Nazareno de Castillo al insigne imaginero Juan Martínez Montañés en su época temprana, sin ninguna prueba documental que lo atestigue, tan solo la tradición oral como bien reflejó Federico Parera en sus escritos de abril de 1931: “Viernes Santo 3 de Abril. Viernes Santo. En cuanto me levanté me fui a la procesión de Nuestro Padre Jesús. La procesión hermosísima como todos los años. Unos centenares de personas. La imagen impone respeto, pues la mano del gran imaginero Martínez-Montañés retrató admirablemente al hombre que moría en la cruz por redimir al mundo. Aquí es cierto que le tenemos un gran cariño: pero después de los infinitos favores que nos hace no podemos menos que sea nuestro faro". Sin embargo estudios recientes como los realizados por Juan Cartaya Baños en 2022, miembro de la Academia andaluza de la Historia, vienen a demostrar el error de atribuir a Martínez Montañés su autoría. El investigador, basándose en las grafías de la imagen así como en el peso de la tradición oral de la leyenda que transportaba la imagen en dirección a Alcalá la Real, propone como autores a los imagineros jienenses del momento que destacaron como escultores y tracistas de retablos tales como Sebastián de Solís1 con su taller en la capital desde 1579. Desde Jaén Solís realizó obras para un extenso entorno geográfico, no solo en la ciudad de Jaén sino los pueblos circundantes, como Porcuna, Mancha Real, Almagro, Menjígar, Baños de la Encina, Torres…. Se le atribuyó la talla del “Abuelo” datada en 1594 y la del Cristo con la cruz a cuestas de Mancha Real.

Cartaya afirma: “ (…) se trata de una imagen muy alterada en siglos posteriores y anatomizada en su totalidad, a la que se han incorporado -sin duda para aumentar un aspecto naturalista que en este caso tiende a ceder a la idealización- detalles como las pestañas, los ojos de cristal o el cabello natural, lo que también ha ocurrido en el caso de otros Nazarenos en el entorno cercano (caso del de Priego de Córdoba, p. ej., este último obra de Pablo de Rojas en 1592), alterando para ello la estructura original de la imagen y abriendo su mascarilla”. Por consiguiente, podemos ver que se trata de una imagen que a lo largo de los siglos ha pasado por diversos avatares y retoques, con el fin de darle mayor naturalismo y expresividad, pero surgida al calor de la imaginería de la escuela oriental andaluza con sello granadino, de la influencia de Pablo de Rojas y sus discípulos. Otros investigadores apuntan a la influencia de la imaginería cordobesa del momento. En cualquier caso parece cada día más plausible la última hipótesis de Juan Cartaya sobre el origen jiennense de la imagen de Jesús Nazareno de Castillo de Locubín a la espera de un estudio más en profundidad de la imagen para poder concretar la adscripción de la misma al taller de Sebastián de Solís, a algunos de sus coetáneos o a varios autores.










1Sebastián de Solís (1550-1630-31) escultor, arquitecto de retablos e imaginero. En esta última faceta destaca por los rasgos de sus tallas con rostros cuadrados de prominente barbilla redondeada y manos grandes y expresivas. Realizó varios retablos así como imágenes de Cristos, Virgenes y Nazarenos, como el Abuelo de Jaén y el de Mancha Real. Intervino en las obras del Retablo Mayor de la Catedral de Jaén con las imágenes de San Pedro y el Calvario. También en los Retablos de San Bartolomé, Cambil y Villanueva de la Reina.

viernes, 3 de abril de 2020

Sobre el torero Manuel Castillo Extremera "Castillito".


Imagen de juventud de "Castillito", hermano del médico d. Federico Castillo Extremera.

Tenemos constancia  y referencia de un famoso diestro local de principios del siglo XX que emigró a tierras mexicanas para alcanzar nuevas oportunidades como agente comercial. Se trata de Manuel Castillo Extremera ("Castillito"). Tras varios años de investigación por fin pude contactar con uno de sus nietos, el actor y dramaturgo Marcus Nazar Castillo. Para mi ha sido una de las experiencias más conmovedoras, después de muchos años indagando sobre su figura y tratando de localizar a sus descendientes mexicanos. El pasado verano Marcus y su hijo visitaron el pueblo para conocer in situ el lugar donde nació y se crió su abuelo. Estuvimos intercambiando impresiones y le conté todo lo que sabía de su abuelo, los motivos por los cuales se fue del pueblo y emigró. Ellos me contaron su vida en México y como ayudó en el exilio a sus sobrinos, los hermanos Carlos y Fernando  Castillo García-Negrete.

A continuación adjunto un  cartel de una corrida de toros en la plaza de las Ventas de Madrid actuando como banderillero  en 1928.



Poco después de celebrarse esta corrida decidió emigrar a México aunque el poco tiempo represó como así consta en los escritos de Federico Parera. El día 30 de marzo de 1931 hace acto de presencia en Castillo de Locubín: "Tío Manuel Castillo ha venido de México. Como trae bastante permiso procuraré que me cuente algo de la guerra civil de allá. Dice que sabiendo inglés y español que se encuentran en toda América excelentes colocaciones". Poco después de proclamarse la Segunda República regresó a México y ya nunca más volvió. Asi se refiere en el escrito del 12 de Mayo de 1931:"Nota triste la despedida de tío Manuel que se embarca para México el 15 y a quien probablemente no volveré a ver más. Los días que ha estado aquí se ha hecho de querer. Al abrazarme lloraba, y yo, ¡a qué negarlo!".
En México trabajó como agente comercial. Tuvo una hija, Flora Castillo, madre de Marcus Nazar.

Manuel Castillo junto a su hija Flora desde México. Gentileza de Marcus Nazar.

Moisés Gallardo.


martes, 24 de marzo de 2020

Fortaleza de Castillo de Locubín.



José Bolívar Gómez de Urda.


Por el documento que inserto y transcribo a continuación queda constancia de que a finales del siglo XV aún existía en Castillo de Locubin una fortaleza de la que era su Alcaide el honrado caballero Veinticuatro de Córdoba y Jurado de Alcalá la Real, Pedro Fernández de Aranda, hijo de Fernando de Aranda.

Se trata de escritura fechada el 28 de Julio de 1483 (Archivo Histórico Nacional de Jaén Legajo 15792) por la que cede la tenencia de la alcaidia a favor de Juan Rodríguez de Jaén, quien se compromete a tener en el castillo a un mozo de 20 años en su compañía y la de un hijo que tiene. Habrá de mantener a su costa a Gonzalo Blazquez que está por atalaya de la torremayor.A cambio recibirá, por tercias partes, cinco mil maravedíes y sesenta fanegas de trigo por un año que empezará a contar desde el día de San Juanpasado.

Traslado y original de la escritura que otorgo el honrado cauallero Pedro Fernández de Aranda,en fauor de Juan Rodríguez de Jaén, quando le entrego al susodho para guardalla y tenella en su nombre la fuerza del Castillo Locubin de que sumercereraAlcayde.

Transcripción:Conocido sea a todos quantos esta presente cartavierencomo yo Juan Rodríguez deJahen vezino que soy de la noble e leal ciudad de Alcala la Real morador en el su Castillo de Locubin digo que por quanto yo tengo en custodia e guarda del común lugar y jurisdicion desta ciudadporvoselhonradocaballeroPedrodeArandaveintiquatrodeCordouaejuradodeladicha ciudad de Alcalá y vezino della e Alcayde del dicho Castillo y fortaleça por ende por la presente e la tradiçion della otorgo e conozco que me tengo por contento e entregado realmente e con efecto del dicho Castillo y Fortaleça e bienes della y (…) della a toda mi uoluntad e otorgo e me obligo de la guardar e anparar e defender fasta la muerte e de la dar e entregar realmetne e con efecto a vos el dicho Po de Aranda cada e quando vos me la demandaredes e vos reçiuir en ella de dia e de noche con pocos o con muchos so pena que por el mismo caso caiga e encurra en aquellas penas e casos en que caen e encurren los Alcaydes que acargotienen de guardar fortaleça e las no dar e entregar cada que les son demandadas por aquel o aquellos de quien las resçiuan a guarda e so las otras penas en derecho en tal caso estableçidas segúnfueroe costumbre d´España ejuroa Dios y Santa María e a esta señal de + en que pongo mi mano derecho e por las palabras de los santos Euanjelios/ on de quier equestan escritas de tener e guardar e cumplir realmente e con efeto todo lo susodicho so pena de ser auido por traidor e fementido e caer en caso de menosualer e de no pedir relaxaçion deste dicho juramento anromuy sancto Padre ni aotroJuez alguno de Sancta Madre Yglesia so las dichas penas e casos para lo qual asi cumplir e aver por firme/ obligo mi persona y bienes ávidos e por aver en fe de lo qual otrogue esta escriptura e todo lo en ella contenido ante los testigos y uso escriptos ques fecha e paso lo susodicho en el dicho Castillo de Locuvin lunes veinte y ocho días del mes de julio año del señor de mil y quetroçientos eochenta
// e tres años a lo quel fueron presentes por testigos Juan Sanchez de Morales vicario de la çibdadde Alcala e Juan Gutierrez e Gonçalo Ruiz de Medina vos de la dicha çibdad/
Juan Sanchez Vycaryo. Juan Guitierrez (firmado y rubricado)
Lunes veinte e ocho días de Julio de LXXXIII años este día se convinieron el Señor Pedro deAranda e Juan Rodríguez de Jahen en esta manera quel dicho Juan Rodriguez reçiuio a su cargo la fortaleza del Castillo de Loucuuin y es condiçion que para los gastos y guarda della el dicho Pedro de Aranda le de çinco mil maravedíes en dineros e sesenta fanegas detrigo que el dicho Juan Rodríguez a de tener en el dicho Castillo vn moço de hedad de veinte años en aconpañamiento e suyo e de vn jijo suyo que con el tiene. E mas es condiciçion quel dho Juan Rodriguez mantenga a su costa a Gonçalo Blasquez questa por atalaya en la torre mayor e quel dicho Po de Aranda le avara de pagar el dicho Gonçalo Balzquez su soldada y esto se entiende que los dichos cinco mil mrs e sedsnta fanegas de trigo se ayan de dar desde el día de San Juan que paso fasta vn año complido pagados por los terçios del año/ yo Juan Sanchez Vycaryo fuy presente a lo sobredho y fyrme my nombre.
Pedro d´Aranda. Juan Sanchez Vycaryo.


Trabajo extraído de “A la Patrona de Alcalá la Real”. Agosto 2012.

viernes, 20 de marzo de 2020

La proclamación de la Segunda República en Castillo de Locubin. Reflexiones de Federico Parera Castillo.



Día 11 de abril de 1931.

"(...)Mañana son las elecciones. Hay un jaleo terrible. Los chamarizos están dispuestos a sacar la cosa como sea. Los otros lo mismo. Hay unos cuantos matones tanto en un bando como en otro que procurarán tenerlos “graduados” y Dios haga que no haya tiros.
En el aspecto político veo que tengo campo abonado para el comunismo y lo mismo les pasa a Rafa, a mi compae.
Si aquí viniera un hombre de palabra fácil y elocuente se encontraría que aquí hacía numerosos comunistas.
Lo mismo me pasa en el aspecto religioso. Tengo una propensión al ateísmo. Hago unos esfuerzos terribles por no perder la fe; pero tengo un miedo terrible porque veo que será difícil hacer esto" (...).

Día 12.

"(...)Tengo un sueño terrible. A las cuatro estaba este “pae” cura en la misa del alba y después me bajé a ver las elecciones.
Estas han transcurrido tranquilas sin meterse los unos con los otros. Todos han venido a votar como borregos. Los republicanos no han picado ni un concejal por lo visto.
Los monárquicos han sido elegidos por mayoría aplastante. Esta tarde he estado en el entierro de Joaquín Cano. El pobre ha muerto a los 24 años. Ha sido una enorme manifestación de duelo. Todos los solteros del pueblo hemos estado.

Dia 13.

"(...)Corren rumores poco favorables para la monarquía. En Madrid han triunfado los republicanos según dicen. También en Granada y en Jaén. No sé en la proporción pues no ha habido prensa.
En Alcalá 14 puestos de 22 y es porque no se han presentado más. En Alcaudete el “copo”. En Cazorla les ofrecieron porque votaran a la monarquía 20.000 duros y no han aceptado. Allí tienen dignidad(...).
(...)La procesión hermosísima. Unos centenares como siempre. Cosa rara mi fe a Nuestro Padre Jesús no se entibia.
Tengo gana de que esto termine. Que me da una contestación cierta.
El Sr. Alcalde así que se  ha visto seguro ha comenzado a cometer cacicadas. Ente ellas despedir a los obreros de la carretera.

Día 14. Momento de la proclamación.

¡Viva la República! ¡Viva la Libertad! Son los dos hermosos gritos que recorren hoy los ámbitos españoles. Los republicanos de corazón podemos hoy entonar un himno a la liberación del pueblo noble que ha sacudido el yugo de los caciques, que ha ido a votar en masa a las candidaturas republicanas-socialistas. Alfonso de Borbón ha abdicado de la corona y se ha proclamado la República estando al frente de ella, D. Niceto Alcalá-Zamora. Corren rumores de que Maciá, jefe de la izquierda separatista catalana, se ha proclamado libre en Barcelona. Dios haga que triunfe esta hermosa causa y que surja la España republicana, la España del porvenir. Ni que decir hay que Alcalá-Zamora respetará en lo posible la vida de las personas de la familia real.
El único que quizás caiga es Berenguer. Las sombras de Galán y García-Hernández, que dieron generosos su sangre por la madre patria que estaba tiranizada, se presentan en la conciencia de todo español honrado, acusando al fratricida que no tuvo piedad para dos hijos más nobles, más caballeros y más dignos que él.
Estoy completamente reconciliado con los “Chamarizos” y es más aparece en mi conciencia un movimiento de respeto y admiración a ellos. Esta noche, al tener confirmación cierta de la proclamación de la República, enarbolaron la bandera tricolor (roja, amarilla, morada) e inmediatamente principiaron los vivas la República y a Alcalá-Zamora. Tío Carlos Extremera dio una voz: ¡Muera el cacique!; pero Juan Castillo (el jefe republicano) dijo: “¡No! ¡Que no muera nadie! ¡Paz, orden y no molestar a nadie!”. Después organizaron una manifestación en la que iban una multitud de personas y a pesar de que oyeron frases pocos halagüeñas pero ellos no se dieron por entendidos evitando que hubiera sangre. Luego D. Páclido pronunció un discurso en el que es digno de nota lo siguiente: “La religión y la política tienen campos diversos; los republicanos (de aquí) nos jactamos de católicos y procuraremos no molestar a nadie en sus creencias” y esto: “La República representa el orden, la tranquilidad, la paz”. “Nosotros, devolveremos bien por mal. Os pido que no os metáis con nadie, que si alguno siente algún deseo de venganza que se contente con el desprecio a aquellos que nos han subyugado”. “Nosotros os perdonamos a aquellos que nos habéis traicionado y prueba de ello es que os recibiremos con los brazos abiertos y que nuestras puertas estarán siempre abiertas para los republicanos de corazón”. Y terminó diciendo un viva a la Libertad que contestaron muchas voces que yo acompañé desde aquí sintiendo no poder hacerlo desde allí. Estoy desmemoriado. Ayer fue el primer aniversario de vestirme de hombre. ¡Qué deprisa pasa el tiempo!.

España, Libertad, nombres benditos que grabo en mi conciencia hoy.

Día 15.

Alfonso de Borbón ha embarcado para Londres. Ya estará allí. Su familia estará también allí. ¡Menos Mal!
A las cuatro se organizó una manifestación monstruo formada por unas quinientas personas entre castilleros y alcalaínos. Éstos traían su banda, que por cierto tocan estupendamente, y a los acordes de “La Marsellesa”, miles de gritos: “¡Viva la República! ¡Viva la Libertad! Se oían”. También se daban vivas a Fernando de los Ríos y a Alcalá-Zamora. Después de recorrer las calles principales en el Ayuntamiento se arboló nuevamente la bandera republicana y hablaron dos alcalaínos y D. Manuel Peinado. Un alcalaíno estuvo muy elocuente. Dijeron que venían a libertar al Castillo, a quitarles las cadenas de la esclavitud que tenían y recomendaban no nos dejáramos ser esclavos de nuevo. Se ha formado un comité republicano integrado por Juan Castillo, presidente, Pepe Olmo, Miguel Castillo, D. Juan Diego y Manuel Delgado.
D. Manuel Peinado dijo que los obreros seguirán trabajando en la carretera y que paz, tranquilidad y orden. Pidieron se perdonaran a los caídos y se les respetaran.
Los compañeros de Alcalá estaban afónicos de tanto gritar y nosotros poco menos. Nos han invitado el domingo allí.
El gobierno sigue siendo el de diciembre. A la Puerta del Sol de Madrid, le dan el nombre de los mártires de la Libertad, Galán y García Hernández.
Todavía se oyen los gritos de ¡Viva la República! y ya está la noche bastante avanzada. El pueblo está como chiquillo con zapatos nuevos. Hoy hubiera sido yo capaz de hablar de hacer lo que fuera preciso. Esperaré al día que venga Carlitos, que ya está en la calle, y acabaré de ponerme afónico.
¡Viva la República! ¡Viva la Libertad! ¡Viva España libre!.


FEDERICO PARERA CASTILLO.














jueves, 19 de marzo de 2020

Sobre la construcción del puente del río San Juan.


Hace unos años consultando fuentes del archivo histórico municipal de Castillo de Locubin me encontré con una colección de programas de  feria de Castillo de Locubín, desde los años cuarenta hasta la actualidad. Cual fue mi sorpresa cuando descubrí un trabajo de investigación publicado en 1980 por la archivera e historiadora alcalaína d. Carmen Juan Lovera. En los días siguientes me puse en contacto con ella y nos citamos en la actual biblioteca de Alcalá la Real para intercambiar impresiones. Siempre la recordaré entre los legajos del archivo alcalaíno y dispuesta a ayudar a todo el que acudía a ella. De Carmen aprendí muchas cuestiones de la historia alcalaína y castillera, sobre todo a combatir prejuicios de la historia oficial de Castillo de Castillo de Locubín. Sin duda fue una mujer muy comprometida con la cultura de la comarca y en especial con Alcalá. En este trabajo se pone de manifiesto cómo los Aranda dejaron su huella en Castillo en la construcción de importantes edificios como la Iglesia Parroquial y el puente del Río San Juan, reconstruído en 1952. Aunque tiene algunos errores en la identificación de ciertos personajes que dan lugar a la confusión sin duda es un buen aporte para el conocimiento de la fecha en la que se construyó.

APORTACIONES   DE   CASTILLO   DE   LOCUBIN   A   LA  ARQUITECTURA   ESPAÑOLA  
DEL SIGLO DE ORO. 
  
Por Carmen Juan Lovera. 
  
La   historia   documentada   del   puente   de   cantería   de   tres  ojos,   realizado   en   el   Castillo   de  Locubín   de   1578   a  1587,   es   apasionante.   Por   ella   nos   damos   cuenta   de   la  serie de  hechos   que   llevaron   a   convertirse   en   castillero  de  adopción   a   uno   de   los   más   grandes  arquitectos  españoles  de   todos   los   tiempos:   Ginés   Martínez,   llamado  también  Martínez  de Aranda o Martínez Salazar, como mas tarde veremos. 
  
La   original   y   bellísima   escalinata   de   la   fachada   del  Obradoiro   de   la   catedral   de   Santiago  de   Compostela,   una  de   sus   muchas   obras,   atestigua   la   anterior   afirmación.  Desde   que  se   coloca   a   los   pies   de   la   igleisa,   hacia   el  año   1606,   sirviendo   de   peana   y   realce   a   su  fachada  principal,   no   ha   cesado   de   producir   admiración   a   todo  aquel   que   al   Apóstol  visita y por ella sube. 
  
Al   Castillo   llega   Ginés   una   veintena   de   años   antes   de  la   realización   de   esta   obra,   con  varios   familiares.   Los  matrimonios   de   Francisco,   su   sobrino,   y   de   él   mismo,  con  mujeres   castilleras,   darán   como   resultado   el   que   dos  de   los   más   importantes  arquitectos   andaluces   del   siglo  XVII,   Juan   de   Aranda   Salazar   y   Ginés   Martínez   de  
Aranda o Martínez Salazar, sean castilleros. 
  
Magníficamente   estudiados   los   dos   por   Pedro   A.   Galera  en   libros   reseñados   al   final   de  este   trabajo,   de   los   que  me   declaro   deudora;   al   igual   que   de   otro   de   Bonet  Correa   en   lo  que toca a Ginés Martínez. 
  
Historia del Puente: Gabriel de Aranda y Ginés Martínez. 
  
El   AMAR,   (Archivo   Municipal   de   Alcalá   la   Real),   es  una   verdadera   mina,   valiosa   más  que   el   oro   para   el  investigador   o   el   amante   de   su   historia,   y   sus   raíces,  como  demuestra este caso. 
De   los   libros   de   actas   de   cabildo,   actas   municipales   que  diríamos   hoy,   sacamos   los  datos siguientes: 
  
El   12   de   diciembre   del   año   1578,   hace   más   de   cuatro  siglos,   deciden   los   regidores   y  jurados,   como   entonces   se  llamaban   los   concejales,   de   acuerdo   con   el   corregidor  o  representante   del   rey,   hacer   un   puente   de   cantería   en  el   río   del   Castillo   de   Locubín.  
Para   evitar,   dicen,   tener   que   rehacer   todos   los   años   el  pontón   de   madera:   “Por donde  los   vecinos   suben   a   sus  viñas   y   labores   y   molinos”,   que   era   arrastrado   por   la  creciente  del río. Se ordena pregonar las condiciones de la obra para que se presenten posturas. 
  
Cuatro   meses   más   tarde,   el   7   de   Abril   de   1579,  aparece  como   maestro   encargado   del  trabajo   Gabriel   de   Aranda,  bajo   la   fianza   de   Ginés   Martínez   Cantero,   vecino   de  Baeza.  
Se ordena la entrega de 200 ducados al maestro para el comienzo de la obra. 
  
De   Gabriel   de   Aranda   no   hablan   Bonet   ni   Galera,   pero  debía   ser   hermano   de   Diego   de  Aranda,   discípulo   en   la  Granada   de   mediados   del   siglo   XVI   de   Diego   de   Siloé,  citado  por   Gómez   Moreno   y   Bonet   Correa   como   cuñado  de   Ginés   Martínez   el   “Viejo”,   padre  de   Ginés   Martínez  de   Aranda.   Este   último   había   realizado   ya   la célebre  fuente   de   Santa  María   de   Baeza   como   consta   en   la  inscripción   de   ella,   el   año   1564.   Obra   de   juventud,  desde   luego,   nos   permite   fechar   su   nacimiento   hacia  1539,   debía   rondar   la   cuarentena  cuando aparece como fiador de su tío en la obra del puente del Castillo. 
  
El   23   de   junio   de   ese   mismo   año,   1579,   se   nombra  maestro   mayor   de   las   obras   de   la  ciudad   a   Gabriel   de  Aranda   y   el   29   se   acuerda   darle   título   de   tal,   y  “forma  para   tener  casa   poblada   en   ella,   lo   qual   se   hace   atento  a   su   habilidad   y   experiencia...”.   Se   decide  acrecentar la traza del puente con tres ojos en lugar de dos. 
  
Un   año   después,   el   29   de   Julio   de   1580,   se   ordena  librar   400   ducados   al   mayordomo  (especie   de  administrador   o   depositario),   por   haberlos   adelantado   este  a   Gabriel   de  Aranda.   Y   se   empiezan   a   torcer   las   cosas,  en   cabildo   de   2   de   diciembre   algunos  regidores   se  oponen   a   un   aplazamiento,   solicitado   por   el   maestro,   y  otros   suplican   al  corregidor investigue sobre cómo va la obra. 
  
No   tardan   tío   y   sobrino,   el   maestro   y   su   fiador,   en   dar  con   sus   huesos   en   la   cárcel,  como   demuestran   los  cabildos   de   4   de   julio   y   1   de   septiembre   de   1581,   tras  ser  secuestrados sus bienes. 
  
En   este   último   cabildo   el   corregidor   atiende   a   una  petición   de   concordia   de   ambas  partes   y:   “manda   dar  requisitoria   de   desembargo   de   los   bienes   secuestrados  y  mandamiento   de   soltura   para   los   dichos   Gabriel   de  Aranda   y   Ginés   Martínez,   y   la  requisitoria   que   se   diera  a   los   bienes   del   dicho   Gabriel   de   Aranda   se   requiera   a  la  Justicia   no   se   los   entregue   hasta   tanto   que,   con  efecto,   haya   retificado   su   muger   del  dicho   Gabriel   de  Aranda   la   súplica   de   concordia,   pacto   e   transacion,   e   se  abaje   a   lo   en  ella contenido”. 
  


El   24   de   octubre   de   1582   se   acuerda   enviar   maestros  que   tasen   como   va   la   obra   del  puente,   para   la   cobranza  que   deben   hacer   Gabriel   de   Aranda   y   sus   fiadores;  además  de Ginés, es fiador el carpintero Francisco Bailón. 
  
El   1   de   junio   de   año   siguiente,   1583,   se   han   terminado  los   dos   ojos   pequeños   del  puente:   pero   la   obra   vuelve   a  retrasarse,   porque   el   6   de   septiembre   se   da   cuenta   de  los  gastos   realizados   por   el   síndico   al   viajar   a   Baeza,  donde   se   le   envió   a   prender   “   a   Xines  Martinez   cantero  por   no   haber   cumplido,   con   efecto,   a   lo   que   estaba  obligado   a   hacer   la  puente de la villa del Castillo, y a Gabriel de Aranda maestro de cantería...”. 
  
Ginés Martínez Salazar, o de Aranda, encargado del puente. 
  
El   13   de   agosto   de   1585   se   ordena   apremiar   a   “  GINES   MARTINEZ   SALAZAR   a   cuyo  cargo   está   la  obra  de   la   Puente   del   Castillo   para   que   la   prosiga...”.  Dato  doblemente  interesante,   por   demostrar   la   identidad  de  Ginés  Martínez   de   Aranda   y   Ginés   Martínez  de  Salazar  y  por  comunicarnos   la   obra   ya   es   de   su   sola  incumbencia.  Gabriel   de  Aranda   ha   debido   morir,   de  vejez  o   de   la  epidemia   de   peste   que   por   esos   años  asola   la  región. 
  
Dos   meses   más   tarde,   el   10   de   octubre,   se   trata   del  viaje   que   hizo   el   síndico   a   la   ciudad  de   Baeza   con   la  requisitoria   y   autos   contra   los   bienes   de   Ginés   Martínez:  “cantero   e  obligado   de   la   obra   de   la   puente...   e   halló  que   las   cosas   principales   del   dicho   Ginés  Martínez  estaban   compradas   para   un   monasterio   de   monjas,   para  incorporar   dichas  casas al convento y así no hubo lugar de poder rematar y vender...”. 
  
El   19   de   octubre   del   siguiente   año   de   1586   se   ordena  a   los   comisarios   de   la   obra   vayan  a ver “la puente del río del Castillo, si se acabó y se ha acabado conforme a la traza...”. 
  
  
El   17   de   julio   de   1587:   “Francisco   Baylon   y   Xines  Martínez   cantero,   vecino   de   Baeza,  pide   a   la   Ciudad  que,  pues   la   puente   del   río   del   Castillo   está   acabada,  conforme   a   la  traza, se pague las mejoras que en ella se han hecho”. 
  
Cuando   algo   despues,   pero   ese   mismo   año,   se   haga   un  Libro   de   Vecinos   de   Alcalá   y  su   tierra,   entre   los   501  vecinos   del   Castillo   de   Locubín   figura   Xines   Martínez,  Cantero,  en   la   calle   Juan   Galán,   llamada   así   por   vivir  en  ella   Juan   Galán   de   la   Bella,   labrador,  que será pronto: 
  
El suegro de Ginés Martínez. 


   
Por   los   libros   de   Bautismos   de   la   parroquia   de   Santo  Domingo   de   Silos,   cedidos   con  toda   amabilidad   por   su  párroco   actual,   José   Luis   Cuevas,   sabemos   del   nacimiento  de  tres   hijos   de   Xines   Martínez   de   Aranda,   cantero,   y  de  María   de   Morales.   En   los   tres  bautizos   la   madrina   fue  Mencía   de   Morales,   madre   de   María   y;   “muger   que   fue  de   Juan  Galán, vecina del Castillo de Locubín”. Las fechas de los bautizos son: 
  
21­3­1591   una   niña,   María.   12­1­1594   un   niño,   Juan;   y   21­7­1598   otra   niña,   Petronila.  
Posiblemente   Ginés,   el   hijo   mayor   luego   célebre  arquitecto,   nacería   en   el   Castillo   antes  de   venir   la  familia  a   establecerse   en   Alcalá,   hecho   que   debió   suceder   hacia  1590.   Pero  no   queremos   pasar   a   ello   sin   tratar   un   poco  la   personalidad   del   suegro   de   Ginés  Martínez. 
  
No   debía   ser   un   simple   labriego   el   tal   Juan   Galán   que  dada   nombre   a   su   calle.  
Provenía   de   casta   aventurera,   avezada   a   los   negocios   y  al   trato   con   grandes  personajes,   como   prueban   los  documentos,   78   y   79   de   la   Colección   Diplomática  
Medieval   de   AMAR.   Son   dos   cartas   del   alguacil   mayor  del   rey   moro   de   Granada,   o   sea  el   primer   ministro,  personaje   principal   de   la   Alhambra.   Las   dos   son   traídas  al   Concejo  alcalaíno   por   un   Juan   Galán,   posible   abuelo  del   suegro   de   Gines,   que   no   era   un   simple  correo   pues  se   le   encomienda   en   ellas,   la   resolución   de   ciertos  asuntos,   y   se   le   hace  depositario   de   secretos   no  confiados  al   papel:   “...   el   dicho   Juan   Galán   fablará   con  vosotros más largamente de los sobredicho...” (Doc. 79. Lín. 29­30). 
  
Es   de   suponer   fuese   buena   la   situación   económica   de  este   mensajero,   casi   embajador,  así   como   la   de   sus  descendientes.   El   caso   es   que   para  Ginés   Martínez   se  terminan   los  apuros   dinerarios   a   partir  de   su   boda.   Su  arte   y   su   prestigio   se   afianzan   y   suben  hasta  las más altas cotas como vamos a ser en seguida. 
  
Maestro de Cantería y maestro de obras de Alcalá. 
  
El   26   de   junio   de   1590   aparece   titulado   maestro   de  cantería   en   el   acta   de   cabildo  donde   se   le   nombra,  precisamente,   maestro   mayor   de   las   obras   de   la   ciudad:  “para   que  de   su   parecer   en   las   obras   de   cantería   que  se  hacen...   y   en   el   reparo   de   murallas...  por   la   mucha  habilidad   y   saber   del   dicho   maestro...”.   Debía   rondar  entonces   el   medio  siglo   cuando,   establecido   en   Alcalá,   se  pone   en   contacto   con   el   que   va   a   ser   su  decidido protector, el abad don Maximiliano de Austria. 
  
Bajo   este   abad,   llegado   a   Alcalá   en   1583,   se   había  realizado   la   segunda   ampliación   de  la   iglesia   mayor   de  Santa   María   de   la   Mota,   de   su   cuerpo   medio.   La  primera,   de   los pies   el   coro   y   la   torre,   se   hace   en   la  mitad   anterior   del   siglo,   bajo   don   Juan   de   Ávila.   En  ella   trabajaron   con   toda   seguridad   Jacobo   Florentino   y  Diego   de   Siloé   que   dieron   el  tono   a   las   demás  ampliaciones   ajustadas   de   modo   exacto   a   su   estilo,   el  renacimiento  purista granadino. 
  
Lázaro   de   Velasco,   hijo   de   Jacobo   Florentino,   y  Ambrosio   de   Vico   trabajan   en   la  segunda   ampliación,  terminada   antes   de   1586   ya   en   acta   de   cabildo,   de   25  de  noviembre   de   ese   año,   un   regidor   se   refiere   a   la  obra   de   cantería   que   ha   hecho   en   la  iglesia mayor con un coste de diez mil ducados. 
  
Ginés   Martínez,   formado   en   Baeza,   en   el   arte   manierista  de   la   escuela   de   Vandelvira,  toma   contacto   con   el  purismo   granadino   en   los   magníficos   monumentos   dejados  por  estos   artistas   en   Alcalá:   Fuente   de   los   Álamos,  iglesia   y   palacio   abacial,   etc.   Su   estilo,  cada   vez   más  depurado   y   perfecto,   así   como   su   manera   original   de  resolver   difíciles  problemas   constructivos,   dejará   huellas   no  sólo   en   el   Castillo   (iglesia   de   San   Pedro)   y  Alcalá  (última   ampliación   de   la   iglesia   abacial)   sino   en   Cádiz,  (la   Cartuja   jerezana),   y  sobre   todo,   en   Galicia   a   donde  llega   y   triunfa   el   clasicismo   purista   jienense­ granadino  gracias   a   este   baezano   castillero   de   vocación,   pues   al  Castillo   volverá   cuando   se   sienta  viejo y allí querrá ser enterrado. 
  
En Cádiz y en Galicia con don Maximiliano de Austria.​

Pero   no   adelantemos   acontecimientos,   a   Cádiz   va   con  don   Maximiliano   como   nos   dice  Galera en su libro, al tratar de la cartuja de Jerez. 
  
En   la   partida   bautismal   de   su   hija   Petronila,   (quizá   de  nombre   relacionado   con   la   iglesia  castillera   de   San  Pedro),   hay   un   dato   curioso,   y   es   que   el   padrino   es  Ldo.   Francisco   de  Bommes,   vicario   de   don   Maximiliano  y  persona   muy   unida   a   él.   Seguramente   de   origen  alemán,  Bommes   es   castellanización   de   Worm.   La   fecha   de   este  bautizo,   dos   años  posterior   al   nombramiento   en   1596,   de  don   Maximiliano,   para   el   obispado   de   Cádiz,  indica un viaje especial del vicario, probablemente para contratar al arquitecto. 
  
Nombrado   arzobispo   de   Santiago,   don   Maximiliano,   lleva  con   él   a   Ginés   Martínez.  
Bonet   Correa   hace   un   perfecto   análisis   de   esta   etapa   del  maestro,   1603­1606,   en   el  apogeo   de   su   arte,   aunque   ya  de   bastantes   años.   Tenía   cerca   de   los   setenta,   de   ahí  
que   crea   Bonet   en   su   muerte   cuando   en   1606   se  nombra   maestro   mayor   a   Jácome  Fernández.   Pero   Ginés  vivirá   todavía   tres   lustros,   y   se   seguirá   titulando  “maestro  de  aquitectura   y   de   la   iglesia   catedral   de   Santiago   de  Galicia”.   Así   firma,   en   Alcalá,   las  condiciones   del   reparo  que   conviene   hacer   a   la   capilla   mayor   de   la   iglesia  abacial   de   la  Mota,   y   el   plano   de   ella,   con   Pedro   de  Velasco,   maestro   mayor   de   las   obras   de   la  Alhambra,   el  28   de   julio   de   1616.   Esta   es   la   tercera   y   última  ampliación   de   la   iglesia  abacial,   quedando   toda   ella   de  un   único   estilo,   el   clasicismo   purista  jiennense ­granadino. 
  
Vuelta voluntaria al Castillo de Locubín. Sus últimas obras. 
  
Seguramente   se   vino   de   Galicia   por   apetecer   la   vida  familiar   y   tranquila   en   el   Castillo,  donde   había   comprado  un   oficio   de   escribano.   Quizá   también   por   cumplir  alguna  promesa   hecha   al   arzobispo   de   Granada,   don   Pedro   de  Castro   y   Quiñones,   porque   el  Ginés   Martínez   de   Salazar  que,   en   1610   acaba   la   colegiata   de   San   Cecilio   del  Sacromonte   debió   ser   él   y   no   su   hijo,   como   aseguraba  Gómez   Moreno   a   Bonet.  
Razones   hay   varias,   la   principal   que   no   había   muerto   en  1606   como   se   creía;   pero   otra,  también   muy   importante,  el   mismo   documento   citado   por   Gómez   Moreno   donde  se  dice  que   Ginés   Martínez   Salazar,   el   hijo,   era   en   1621  “muy   mozo,   aunque   maestro   de  ciencia   y   experiencia”,  cuando   se   le   nombra   para   proseguir   las   obras   del  palacio  de  Carlos   V   en   la   Alhambra.   Si   era   muy   mozo,   en  1621,   en   1610   debía   ser   “demasiado  mozo” para dirigir la colegiata de San Cecilio. 
  
Ginés   Martínez,   propagador   del   arte   andaluz   en   Galicia,  usa   indistintamente   los  apellidos   Aranda   o   Salazar.  Patronímicos   de   las   tierras   septentrionales   españolas   libres  
de   moros   y   judíos,   a   los   que   acuden   los   sureños   en   su  afán   de   limpieza   de   sangre,   tan  apetecida en la época. 
  
Las   últimas   obras   de   gran   maestro,   autor   también   de   un  tratado   de   “Cortes   de  Cantería”   por   desgracia   perdido,   las  realiza   en   Alcalá,   y   desde   el   Castillo,   donde   vive  entonces.   Viene   con   frecuencia   de   1616   a   1620,   pues  dirige   las   obras   de   la   capilla  mayor   y   de   la   sacristiía  nueva.   Como   Martínez   Montañés,   que   muere   a   los   81  años   en  plenas   facultades,   Ginés   se   conserva   bien   hasta  el   último   momento.   Su   firma   en   varios  expedientes relativos a esta obra revela un pulso firme y una mente clara. 
  
Muerte en el Castillo, lugar elegido por él. 
  
El   19   de   diciembre   de   1621   cobra   su   hijo,   de   su  mismo   nombre,   una   visita   a   la   obra   que  hizo   su   padre  el   año   anterior   y   que   éste   no   puede   cobrar   por   haber  muerto.   Debía  tener, si nació hacia 1539 como es probable, cerca de los 82 años. 
  
BIBLIOGRAFÍA. 
  

Antonio   Bonet   Correa,   “LA   ARQUITECTURA   EN  GALICIA   DURANTE   EL   SIGLO   XVIII”.  Premio “Menéndez Pelayo” 1957, C.S. I.C., Madrid, 1966. 
  
Pedro   A.   Galera   Andreu,   “ARQUITECTURA   DE   LOS  SIGLOS   XVII   Y   XVIII   EN   JAÉN”.  Caja   de   Ahorros   y  Monte   de   Piedad   de   Granada,   Seminario   de   Estudios.   III  Premio   de  Poseía e Investigación, 1977. 
  
Pedro   A.   Galera   Andreu,   “UNA   FAMILIA   DE  ARQUITECTOS   JIENENSES,   LOS  ARANDA”,   Boletín   del  Instituto   de   Estudios   Giennenses   Num.   95,   Enero­Marzo  1978,  pag 9­19.