LA IMAGEN DE JESÚS NAZARENO: ORIGEN, CULTO Y DEVOCIÓN.
Moisés Gallardo Pulido.
Desde la infancia siempre me sorprendió y admiré el culto y la devoción de los castilleros a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Fue allá, a principios del año 2000, cuando me puse a investigar la historia de la venerada imagen en sus fuentes documentales y orales. Todo comenzó con el hallazgo de las fotos más antiguas de la efigie así como documentos relativos a la cofradía y la fiesta que se hacía en su honor durante el mes de Septiembre, entre los días 7 y 11, con motivo de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz en el siglo XIX. A partir de entonces empecé una ardua tarea en la investigación de la cofradía y su ermita, que se vino obstaculizada por la desigual distribución de los fondos documentales de la actual cofradía y el archivo parroquial, donde prácticamente no existe documentación del siglo XIX.
Aunque a principios de los años ochenta Olivares Barragán situaba el origen y culto de Nuestro Padre Jesús en la época de la Reconquista, hoy día, gracias a la labor de investigadores recientes como Manuel Urbano, en su “Leyenda Áurea Giennense”, y a Francisco Martín Rosales, podemos situar el origen de la leyenda y culto a la imagen de Jesús durante la época del Barroco, en el siglo XVII, coyuntura en la que nuestra villa aprovechó para iniciar pleitos de independencia y separación de la vecina ciudad de Alcalá la Real. Los primeros testimonios de cofradías y hermandades se remontan al siglo XI, pero será a partir de los siglos XV y XVI cuando las cofradías adquieran un gran protagonismo social, económico y de profunda raíz religiosa. Con el desarrollo de las hermandades de Penitencia o Pasión aparecen los primeros estatutos por los que se rigieron dichas sociedades. El Concilio de Trento (1545-1563) favorecerá la expansión de las hermandades y cofradías así como el culto de imágenes de Cristos y Vírgenes. Entre las imágenes y advocaciones que compartían también devoción con la del Nazareno destacar la de San José(aparece ya como patrono de la villa en el siglo XVIII, la antigua patrona del siglo XVII era la Virgen del Rosario), la de la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Belén, Jesús y María, Santísimo Sacramento, Caridad y San Pedro, siendo las más antiguas la de San Sebastián y la de la Veracruz.
La leyenda barroca del culto a Nuestro Padre Jesús fue estudiada recientemente por Urbano: “ Castillo de Locubín venera a Nuestro Padre Jesús Nazareno, imagen, que, según piadosa tradición, se hizo con destino a la vecina Alcalá la Real- ciudad de la que en tiempos fuera lugar dependiente, y de viejos y largos litigios por su emancipación-, pero quienes la transportaban, tras descansar y hacer noche en Castillo, la que será su última parada, se vieron impotentes para que el carro se moviese, puesto que inesperadamente lo que llevaba se había convertido en una carga muy pesada. Ante tamaño suceso, se decidió construir en el lugar una ermita, donde aún se venera la referida imagen”. La veneración de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas se extendió por muchos lugares de España a finales del siglo XVI. El historiador Francisco Martín Rosales recientemente ha situado el origen de la cofradía y ermita de Jesús Nazareno de Castillo de Locubín a partir del segundo decenio del siglo XVII e incluso antes tomando como punto de partida los testamentos de la época y la mandas de misas en honor a milagrosa imagen especificándose incluso que se celebrasen en la mencionada ermita. Fue caso de Juan Márquez, que en agosto de 1621, en su manda testamentaria reza lo siguiente: "declaro que soy cofrade de Santo Cristo Nazareno mando que la cera de ella me acompañe en mi entierro y se pague la limosna acostumbrada". De este testimonio se deduce claramente que en aquellas fechas no solo existía la cofradía sino el edificio de la ermita. También se aprecian dos puntos en común de los estatutos de la Cofradía del siglo XVII con respecto a su refundación en abril de 1851: la limosna y la cera. Incluso la manda testamentaria de Juan de Quesada remonta el origen de la cofradía a junio de 1615. De todos estos testimonios se revela la gran devoción con que gozaba la imagen a principios del seiscientos. También se desprende la importante función de la Cofradía no solo como agrupación religiosa y devota sino con su función piadosa, asistencial y caritativa. No cabe la menor duda de que ya en esta época la hermandad de Jesús Nazareno creaba conexiones de amistad, vecindad, patronazgo y paisanaje entre los castilleros convirtiéndose en un símbolo de la religiosidad popular. Los últimos estudios de investigación incluso precisan más sobre las fechas concretas de la fabricación de la talla de Jesús Nazareno de Castillo de Locubín situándolo en los decenios finales del siglo XVI. Tradicionalmente se ha adscrito el Nazareno de Castillo al insigne imaginero Juan Martínez Montañés en su época temprana, sin ninguna prueba documental que lo atestigue, tan solo la tradición oral como bien reflejó Federico Parera en sus escritos de abril de 1931: “Viernes Santo 3 de Abril. Viernes Santo. En cuanto me levanté me fui a la procesión de Nuestro Padre Jesús. La procesión hermosísima como todos los años. Unos centenares de personas. La imagen impone respeto, pues la mano del gran imaginero Martínez-Montañés retrató admirablemente al hombre que moría en la cruz por redimir al mundo. Aquí es cierto que le tenemos un gran cariño: pero después de los infinitos favores que nos hace no podemos menos que sea nuestro faro". Sin embargo estudios recientes como los realizados por Juan Cartaya Baños en 2022, miembro de la Academia andaluza de la Historia, vienen a demostrar el error de atribuir a Martínez Montañés su autoría. El investigador, basándose en las grafías de la imagen así como en el peso de la tradición oral de la leyenda que transportaba la imagen en dirección a Alcalá la Real, propone como autores a los imagineros jienenses del momento que destacaron como escultores y tracistas de retablos tales como Sebastián de Solís1 con su taller en la capital desde 1579. Desde Jaén Solís realizó obras para un extenso entorno geográfico, no solo en la ciudad de Jaén sino los pueblos circundantes, como Porcuna, Mancha Real, Almagro, Menjígar, Baños de la Encina, Torres…. Se le atribuyó la talla del “Abuelo” datada en 1594 y la del Cristo con la cruz a cuestas de Mancha Real.
Cartaya afirma: “ (…) se trata de una imagen muy alterada en siglos posteriores y anatomizada en su totalidad, a la que se han incorporado -sin duda para aumentar un aspecto naturalista que en este caso tiende a ceder a la idealización- detalles como las pestañas, los ojos de cristal o el cabello natural, lo que también ha ocurrido en el caso de otros Nazarenos en el entorno cercano (caso del de Priego de Córdoba, p. ej., este último obra de Pablo de Rojas en 1592), alterando para ello la estructura original de la imagen y abriendo su mascarilla”. Por consiguiente, podemos ver que se trata de una imagen que a lo largo de los siglos ha pasado por diversos avatares y retoques, con el fin de darle mayor naturalismo y expresividad, pero surgida al calor de la imaginería de la escuela oriental andaluza con sello granadino, de la influencia de Pablo de Rojas y sus discípulos. Otros investigadores apuntan a la influencia de la imaginería cordobesa del momento. En cualquier caso parece cada día más plausible la última hipótesis de Juan Cartaya sobre el origen jiennense de la imagen de Jesús Nazareno de Castillo de Locubín a la espera de un estudio más en profundidad de la imagen para poder concretar la adscripción de la misma al taller de Sebastián de Solís, a algunos de sus coetáneos o a varios autores.
1Sebastián de Solís (1550-1630-31) escultor, arquitecto de retablos e imaginero. En esta última faceta destaca por los rasgos de sus tallas con rostros cuadrados de prominente barbilla redondeada y manos grandes y expresivas. Realizó varios retablos así como imágenes de Cristos, Virgenes y Nazarenos, como el Abuelo de Jaén y el de Mancha Real. Intervino en las obras del Retablo Mayor de la Catedral de Jaén con las imágenes de San Pedro y el Calvario. También en los Retablos de San Bartolomé, Cambil y Villanueva de la Reina.
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