Desde
ciertos sectores políticos, docentes, universitarios o culturales,
se intenta justificar la imposición y asimilación de costumbres y
ritos bajo la denominación de “Tradiciones”.
La
RAE define la Tradición como “Comunicación
de hechos históricos y elementos socioculturales de generación en
generación”.
Una
definición bastante pobre para un tema complejo y que en el caso del
Estado español tiene una importancia primordial por el uso que este
ha hecho de los rituales y mitos para convertirlos en la
justificación de su propia existencia como Nación. Estos mitos,
leyendas y rituales político-religiosos se han convertido en
“Tradición”, gracias a la continuidad en el tiempo de las
políticas asimilistas del Estado español en Andalucía. La
colonización psicológica del pueblo andaluz conseguida a través de
los procesos de asimilación histórica y cultural han configurado en
la psiquis colectiva del pueblo andaluz la idea de “propiedad” de
unos rituales impuestos por el colono castellano.
La
“tradición” es la transmisión de costumbres a través de la
historia, por un mismo pueblo. Pero para que una costumbre se
convierta en “tradición”, debe surgir de las entrañas de ese
pueblo, de los procesos históricos y culturales que protagoniza el
pueblo. Si el origen de un ritual es la imposición de unos dogmas
religiosos y políticos, por la fuerza de las armas y con la
intención de perpetuar la dominación sobre un territorio y un
pueblo, no estamos hablando de “tradición”, sino de
colonialismo. Cualquier ritual surgido por la imposición de una
potencia invasora es un signo del padecimiento de una situación
colonial, a pesar de que el pueblo que la sufra no sea consciente de
ello por la acción asimiladora sostenida durante siglos.
Y
esto es lo que ocurre con la Semana Santa, unos festejos religiosos
que representan mejor que ningún otro acto simbólico las
imposiciones religiosas, políticas, culturales y sociales sobre
nuestro pueblo. Una demostración de la situación colonial que sufre
Andalucía.
Las
primeras manifestaciones de “penitentes” procesionando por las
calles andaluzas las tenemos a principios del S. XVI. Muy pocos años
después de la conclusión de la conquista de Andalucía por los
Reyes Católicos, comienza una política de acoso a la población
andaluza, mayoritariamente musulmana. Una Pragmática (texto legal de
obligado cumplimiento) del 14 de Febrero de 1502 promulgada por los
Reyes Católicos, incumpliendo las Capitulaciones (acuerdos entre
Estados) con las que muchas ciudades andaluzas se sometieron a los
Reyes de Castilla y Aragón a cambio de preservar su religión,
propiedades, cultura y tradiciones, obligaba a los musulmanes a
convertirse al cristianismo o a exiliarse, además de prohibir su
ritos religiosos, escritura, idioma, baños, vestimentas, etc. A
partir de este momento la “Santa Inquisición” vigilaba y
perseguía a todos aquellos que incumplían la Pragmática,
condenándolos a penas de muerte, castigos físicos, exilio…y a
procesionar con la cabeza cubierta por un “sambenito” para
escarnio popular.
En
el Concilio de Trento de 1565 se reglamentan las procesiones,
autorizando el procesionamiento de imágenes religiosas por las
calles de ciudades y pueblos. En Andalucía, los primeros
“penitentes” eran reos que de esta manera purgaban sus “penas”.
Posteriormente se nutrieron de moriscos que intentaban congraciarse
con las instituciones del invasor para no perder sus privilegios. En
las procesiones cubrían su cabeza con el sambenito para no ser
reconocidos por el resto de moriscos y evitar posteriores agresiones.
El
paso de los años y una historia contada por los vencedores de la
guerra contra Al-Andalus, ha hecho olvidar los orígenes de esta
celebración, haciendo creer al pueblo andaluz que ha sido creador de
este rito convertido en “tradición”. Pero como podemos
demostrar, este Rito no surge del pueblo andaluz, surge como
imposición de los conquistadores castellanos, como instrumento de
control y de evangelización. Y a pesar de que se hayan incorporado
elementos de la cultura andaluza a esta celebración religiosa, eso
no la convierte en una “tradición andaluza”, al igual que Papá
Noel no es una tradición norteamericana a pesar de su omnipresencia
en los EE.UU y de la incorporación de la cultura consumista
norteamericana a la fiesta. La “tradición” de la Semana Santa no
corresponde al pueblo andaluz, sino al Vaticano, a la Iglesia
Católica y a los instrumentos de poder que creó para someter a las
andaluzas.
La
Semana Santa representa los valores de la conquista y la sumisión de
un pueblo; valores de culpa y penitencia, de jerarquía, de
sometimiento, cumpliendo además con la función social de
pertenencia al grupo, a una ideología, a un Estado. Representa la
victoria de Castilla y la “Cristiandad” sobre Andalucía y sobre
el islam. Y todos los años nos recuerda que somos un pueblo vencido,
conquistado y sometido. Este año, para más Inri, las imágenes de
Córdoba, por primera vez, han procesionado por la puerta de la
Mezquita, máximo símbolo del esplendor cultural y político de la
Andalucía soberana, a pesar de las protestas de diferentes
colectivos ciudadanos cordobeses.
A
falta de victorias deportivas que creen un clima de españolidad
popular, los medios de comunicación, los intereses comerciales y
turísticos, la ideología de Estado española…han convertido la
Semana Santa en un espectáculo de masas con un despliegue
informativo propio de los grandes acontecimientos deportivos
mundiales. Pero no siempre ha sido así. El actual formato de la
fiesta, con la simbiosis de los poderes del Estado, político,
militar y religioso, comienza hace relativamente muy poco. Es en el
primer cuarto del S.XX, durante el gobierno del Dictador Primo de
Rivera, cuando las autoridades políticas y militares comienzan a
encabezar las procesiones, convirtiéndose en actos de exaltación
patriótica y de homenaje a las fuerzas armadas.
Durante
la II República, y debido a la presión de las organizaciones
populares y revolucionarias, las procesiones fueron perdiendo apoyo
institucional y popular, se redujeron los pasos, los penitentes, los
recorridos y el número de procesiones en toda Andalucía. Esto nos
demuestra que la Semana Santa se sostiene por el apoyo institucional,
mediático y financiero del Estado, interesado en mantenerla por ser
un referente identitario e ideológico de las clases dominantes.
Tanto es así, que en Catalunya, donde esta celebración siempre ha
sido marginal, en los últimos años se intenta arraigarla con la
presencia de lo más rancio del Estado español, la Legión, otro
símbolo de Conquista, de violencia y del poder el Estado.
Durante
el franquismo la simbiosis de los poderes del Estado en los desfiles
procesionales, se convierte en una constante, transformándose en un
instrumento de exaltación de la Dictadura, cuya simbología es
mantenida en los desfiles procesionales de muchas ciudades andaluzas.
La venganza y el escarnio público de los opositores al Régimen fue
otra de las funciones atribuidas a la Semana Santa: El Domingo de
Ramos, prostitutas, comunistas y anarquistas eran rapadas y obligadas
a procesionar. La relación del franquismo con la Semana Santa no
terminó con la “transición”. Muy a pesar de la ley de Memoria
Histórica, e incumpliendo la misma, muchas Cofradías andaluzas
mantienen la simbología franquista y continúan rindiendo honores a
los golpistas del 36. Las muestras son muchas, pero vamos a
centrarnos exclusivamente en las más significativas:
Queipo
de Llano, responsable del asesinato de más de 14,000 sevillanos es
actualmente Hermano Mayor de la Macarena, cofradía subvencionada por
el ayuntamiento de Sevilla.
Francisco
Franco, hermano Mayor de la cofradía Sagrada Cena. Esta Cofradía
venera a la “Virgen María Santísima de la Victoria”, por la
exaltación de la Toma de Granada el 2 de Enero de 1492 y por la
expulsión de los “moros”. En Granada, continúa siendo Hermano
Mayor Honorario de la Hermandad del Silencio.
Fraga
Iribarne, Ministro de Franco y responsable de innumerables muertes de
opositores a la Dictadura, sigue siendo Hermano Mayor de la cofradía
de los Gitanos del Sacromonte.
La
lista es interminable y se podría completar con numerosos ejemplos
de cada uno de los pueblos andaluces.
En
la Semana Santa no hay nada que los andaluces podamos reclamar como
propio; nuestra identidad se manifiesta en otros marcadores
culturales muy distintos de la Semana Santa y que representan unos
valores diametralmente opuestos a los que dimanan de dicha
celebración.
Actualmente,
en la vuelta hacia el Nacional-Catolicismo que están favoreciendo
los gobiernos del PP, la Semana Santa es uno de sus pilares donde se
manifiesta toda la ideología fascista. No solo se mantiene la
simbología fascista que se impuso durante la Dictadura en muchas de
las cofradías, sino que se le impulsa con subvenciones públicas
directas a través de todas las administraciones del Estado, de forma
independiente a la multimillonaria financiación pública de la
Iglesia Católica. Pero el apoyo manifiesto de las Instituciones del
Estado español a la Semana Santa no para en millonarias
subvenciones: En esta Semana Santa, más de cuatro mil militares
españoles han participado en un centenar de actos públicos de
carácter católico. Los políticos del PP ya no se esconden para
sacar a relucir su nacional-catolicismo; ya no tienen miedo a que les
pase factura electoral. El problema viene de la “izquierda
parlamentaria” que acepta sin rechistar el sometimiento del Estado
a los intereses de la secta Católica. El Sábado Santo, todas las
banderas de las instalaciones militares del Estado español estaban a
“media asta” en señal de luto por la muerte de Jesucristo.
Si
los andaluces queremos “volver a ser lo que fuimos”, debemos
reencontrarnos con nuestro pasado y recobrar una cultura ocultada por
la represión sufrida tras la conquista. Pero antes debemos
“deconstruir” todo el andamiaje represivo, histórico y cultural
impuesto por el colono y sobre el que se ha basado el sometimiento de
un pueblo que aún no ha perdido la guía de aquellos hombres y
mujeres de luz que alumbraron un medievo lleno de oscurantismo y
terror.
Alí
Manzano para La Otra Andalucía.