jueves, 13 de octubre de 2016

FEDERICO CASTILLO EXTREMERA. BIOGRAFÍA Y TRAYECTORIA.



FEDERICO CASTILLO EXTREMERA

Moisés Gallardo Pulido

Antepasados liberales: la lucha contra la oligarquía.


"En cuestión de árboles genealógicos es más seguro andarse por las ramas que atenerse a las raíces" Jacinto Benavente.

Médico de profesión fue uno de los personajes más célebres de su tiempo en las localidades de Castillo de Locubín y Alcalá la Real así como en el resto de la provincia. Pero fue en la capital donde se dejó sentir su labor y compromiso social no solo como médico sino también política y culturalmente. Nació en Castillo de Locubín el 9 de abril de 1875. Sus padres, Manuel Castillo Cortés y Flora Extremera Parera, eran modestos comerciantes. Por línea materna Federico desciende de una familia castillera de políticos liberales que tuvieron su protagonismo a partir del segundo tercio del S. XIX: los Parera y García-Negrete. Su abuela materna, Francisca de Paula (“Tía Paca”), era hermana de Santiago Parera Fernández, alcalde liberal durante la Regencia de María Cristina que acabó siendo asesinado por sus oponentes políticos días antes de la celebración de las elecciones municipales de finales de julio de 1839.

Estos hechos tuvieron lugar poco antes de la firma del Convenio de Vergara por el que finalizó la guerra civil entre liberales y absolutistas. Se habló de 5000 reales de vellón. Cifra que pagaron sus adversarios políticos para matarlo. Según la  “opinión pública” el crimen de Santiago Parera fue consecuencia de la “división acalorada que había entre los partidos políticos de esta población, y del pleito que mantenía el Ayuntamiento con una serie de vecinos por la cuestión del arrendamiento de las tierras de Propios”, entre ellos Santiago. Aquellas facciones eran dos: el partido del Vicario (Francisco Manuel de Abril y Mesa) o de los Álvarez y el partido de Santiago o del progreso.

A raíz de aquel suceso se inició la famosa “causa”. Tomemos como referencia la declaración de “tía Paca” el 7 de julio de 1839: “Que estando en la noche de antes como a las 9 o cerca de ellas en la casa, calle de Siles, donde vivía su hermano D. Francisco Santiago Parera, dándole de mamar a un niño de éste (Federico Parera Rico), salió el mismo su hermano a la calle y a muy pocos momentos se oyó el tiro muy de cerca por lo que asustada fuertemente la mujer e hijas del referido Parera, así como la declarante, por cuanto como ha dicho acababa de salir, la que habla no pudo menos que soltar el niño y salir la primera por el sitio del Cubillo y al llegar cerca de la esquina que está frente a unas piedras de molino, hacia el rincón de la casa de Juan Martínez de Terroba, vio al referido su hermano D. Santiago tendido boca abajo, lamentándose de que le habían matado, sin nombrar a persona alguna, por cuya razón la exponente volvió al punto de dicha esquina y se subió por la calle llamándose del Cubillo, con ánimo de dar parte a la justicia; y efectivamente entrando en la casa del Escribano Francisco Álvarez Izquierdo, allí estaban con este el Sr. Alcalde 1o Jerónimo de Anguita y demás individuos del Ayuntamiento, ante los cuales refirió lo que pasaba, y por consecuencia pasó el dicho Alcalde con el escribano y otros auxiliares al sitio, y no estando allí ya el expresado su hermano fueron a su casa donde también llegó la que habla(...)” Al año siguiente Rosalía Rico trataba de precisar quiénes eran los responsables del asesinato de su marido: “Que asesinado mi difunto esposo e ignorándose quien fuera el autor y cómplices de tan horrendo crimen, deber era y muy sagrado de su viuda e hijos adquirir noticias y datos que patentizaran aquel crimen; y con efecto ha llegado a entender que Adriano Álvarez y Francisco de Lara, alias Botijo, fueron los causantes de aquella desgracia según se asegura de público y notorio, que éste último fue el que disparó el tiro y que a pesar de que para encubrir su crimen anuncia o se ha dejado decir que en aquel día y anteriores se hallaba en un Cortijo término de Baena, y que lo justificará con un pariente suyo, y otro dependiente de su amo Don Francisco Utrilla, vecino de Alcalá la Real, esta evasiva no podrá ocultarse de la severidad de las leyes por cuanto se asegura en esta villa que Antonio Cadete vecino de la misma lo vio en el sitio del Palomar de este término el día antes de la desastrosa muerte de mi marido, y que en la tarde que precedió a ésta lo vieron hablar con Antonio Manuel Collados, alias Cimitoque, de esta vecindad, quien presenció también haberlo visto comer pan con aceite y vinagre con Antonio Castillo o sus hijos en la Noguera que tiene éste último al sitio del Pedregal de este término según se acreditará por la declaración que les hizo el Cimitoque a Juan Navas Almirón y a José de la Chica de esta vecindad. También ha llegado a entender que las hijas de éste José de la Chica oyeron decir al Padre y a la mujer de Francisco de Lara, alias Botijo, que si a su hijo o marido lo prendían por este acontecimiento, él revelaría las personas que habían matado a mi difunto marido Parera. También ha llegado a entender que Ignacio Fernández de esta vecindad, vio a Adriano Álvarez después de haber el tiro que hirió de muerte a mi expresado marido en no se qué sitio ni con que personas, ni en que traje; y como que esta indicación pudiera contribuir al descubrimiento del crimen, de ahí la razón que me mueve a verificarla. También he averiguado que una tal Polonia, criada o sirvienta de Don Juan Martínez de Terroba, de esta vecindad, se hallaba sentada en el tramo de las puertas de su casa cuando vio pasar por ella a un labrador que habita en la casería del Caño de esta villa, y que un poco tiempo después se le disparó a mi marido el tiro que le causó la muerte por dos hombres que había situados a dos o tres varas de aquella puerta, de donde se infiere que la enunciada Polonia debe saber quiénes eran los agresores. Últimamente he podido averiguar que Ana Montoya de esta vecindad le había manifestado a mi difunto esposo tres o cuatro días antes de su fallecimiento que viviera con cuidado porque lo iban a matar; y en la noche que se hallaba espirando compareció ésta a mi casa y le decía a mi marido, ¿no se lo decía a usted?. Esta indicación puede servir también para que manifieste la Montoya si es cierta la indicación y en caso afirmativo que datos tenía para haberlo asegurado; y como se ha discurrido tanta variedad sobre estos tristes acontecimientos y autores que los motivaron; se ha dicho también de público que Joaquín Álvarez, vecino de Martos, le había referido a Dionisio Roldán de esta villa, que un tal Azabache, vecino de Castillo, había pasado a Martos en busca de uno que quisiera matar a Don Santiago Parera, mi esposo, por el premio de cinco mil reales de vellón, y que la persona a quien habló para ello era conocida del Joaquín Álvarez y le había contestado que no estaba dispuesto a ejecutarlo.
Lo que también es positivo y no admite la menor duda, es que el referido Azabache es desertor de presidio, y está mandada ejecutar su prisión por la Sala; y como que se encuentra casado con una sobrina del Vicario D. Francisco Manuel Abril y Mesa, y por esta razón se le ha dispensado tanto patrocinio en estos días que han ocurrido antes del pronunciamiento, de que el que se haya paseado impunemente y contribuido tal vez en gran manera a la perpetración de tal delito.
También se dice de público que eran seis los coaligados para asesinar a mi difunto esposo. A saber Adriano Álvarez, y Francisco de Lara, alias Botijo, de que llevo hecha referencia, Don Bruno González, Presbítero y el ya referido Azabache y Domingo de Zafra, cuñado del Álvarez, y otro cuyo nombre y apellido ignoro, todos vecinos de esta villa; los cuales se apostaron en tres grupos de a dos hombres cada uno, y en distintos sitios a esperar a mi marido y a matarlo; y que teniendo el Azabache una siega del destajo a las cinco de la tarde a pesar de la prisa que corría el derribo de las mieses según lo presenciaron y declararán Dámaso Villén, y Juan José López, vecinos de esta villa, y no regresó a él hasta después de haber transcurrido seis u ocho días. Esta retirada del destajo a hora tan intempestiva es bastante sospechosa si se atiende a las indicaciones que van hechas anteriormente sobre el mismo, y a que se le vio también salir del pueblo a las tres de la madrugada y de la noche en que asesinaron a mi esposo, según lo ha referido Tomás Contreras, alias Pona, de esta vecindad, y a que se halla también inculcado en la causa sobre y golpes a Don Ramón Hidalgo de esta vecindad, patriota bien conocido y a quien quisieron matar por sus opiniones antes que a mi marido. Últimamente he sabido que la mujer de Serafín Sánchez, de esta vecindad, oyó decir a Juan Izquierdo, alias Cortigeño, Alguacil ordinario que ha sido en este pueblo y sirviente de los Álvarez al tiempo que sucedió la muerte y en la actualidad, le oyó decir, repito, a los pocos días de aquel infausto acontecimiento, cuya memoria me hace derramar lágrimas y me llena de pena el corazón, que trabajarán, que muy claro estaba el suceso, y la persona que había ejecutado la muerte(...)”.

Los juicios entre las dos partes no se acabaron hasta bien entrada la década de los cincuenta del siglo XIX. Sin duda una “coyuntura” (como casi todas) llena de pasiones, de emociones e irracionalidad. Esta problemática no se debe tanto de interpretar como un encono político entre dos familias (sin descartar el familismo que hubo en el escenario político) sino más bien como una lucha por el poder entre dos facciones (con sus clientelas) de carácter local. Sin duda se trata de las dos versiones fundamentales del liberalismo político, que tras la muerte de Fernando VII en 1833 y bajo la denominación genérica de moderados y progresistas, van a encarnar la dialéctica dominante entorno al sistema político. La versión moderada y doctrinaria será la dominante entre 1833 y 1874, en detrimento del liberalismo progresista que será protagonista en las coyunturas de 1835-37, 1840-43,1854-56 y 1868-73. El carlismo también tuvo eco en nuestro pueblo, primero en la figura del último Vicario eclesiástico, Francisco Manuel de Abril y Mesa, y luego, en su sucesor y ahijado Manuel Peinado Álvarez y finalmente en el hijo de éste, Don Rufino Peinado y Peinado, hombre de una profunda erudición, sentido crítico y gran humanidad. Aunque hubo carlistas, éstos apenas tuvieron incidencia. Con gran lucidez describe Don Rufino la situación política de Castillo durante la segunda mitad del s. XIX y, en concreto, la posición de su padre, adalid de la causa carlista: “A mi inocente padre no se le cocía el puchero hasta no verse alcalde de Locubín. Lo malo para el logro de su apetencia de mando, es que el campo de la política local estaba tomado por los Parera y García-Negrete con librea de liberales, y por nuestro tío Don Adriano con la etiqueta moderada y conservadora; sólo una tercera postura podría brindar posibilidades para alcanzar la vara(...) les guiaba una feroz enemistad hacia el tiranuelo del pueblo, aquel gran figurón que fue nuestro tío Adriano(...) Gran personalidad, terrible personalidad la de mi tío abuelo, a quien su hermana- mi abuela paterna, María Álvarez Izquierdo- odiaba con todas las veras de su alma, tan violentamente, que aquella boca, ensarta rosarios, no temió decir: Quisiera menear la sangre de mi hermano en un caldero, como meneo la sangre de los cochinos de la matanza(...) El tremendo don Adriano era capaz de todo”.(Rafael Álvarez de Morales y Ruíz, Recuerdos de un carlista andaluz, un cruzado de la causa. Instituto de Ha de Andalucía, Córdoba, 1982 ).

La dinámica política castillera, a partir del segundo tercio del s. XIX e incluso hasta después de 1891, estuvo presidida de principio a fin por el caciquismo y la corrupción electoral organizada. El engranaje de la maquinaria caciquil ya funcionaba a pleno rendimiento en la década moderada. En el año 1845 un conjunto de electores se quejaba ante el Jefe Superior Político de la provincia por la situación de violencia política y las estrategias de acción y fraude electoral del grupo de los moderados : “Los exponentes para ejercer el derecho que la ley les concede no tienen seguridad personal Sr. Jefe: la voz pública aconseja muy alto las precauciones que deben tomarse para evitar en los días de la Elección escenas de horror y de sangre; no ejecutados por los que hablan, cuya prudencia les aconseja a reducirse a tolerar los insultos y tropelías que cometan sus contrarios; sino por parte de éstos que se hayan preparados según ellos mismos propalan para hacer un escarmiento (ésta es su expresión), con el primer Elector que se presente a emitir libremente su sufragio en contra de los deseos de aquellos hombres. Es poco cuanto puede referirse a V. I. de las escenas sucedidas en esta Población de pocos días a esta parte con motivo de las Elecciones; y bastará decir para que V. I. se penetre de que la Elección no será nunca el producto de las convicciones de la mayoría de estos electores si se obliga a los exponentes a retirarse de ella; que el mismo Alcalde como autoridad unido a los citados Álvarez, hace a los electores presentarse en sus casas donde les amenazan hasta con la muerte sino les conceden el sufragio a favor de sus deseos o se comprometen a no votar para que no puedan tener oposición los candidatos que presentan (Castillo de Locubín, a 28 de Octubre de 1845)”.


Durante el reinado de Isabel II la oligarquía agraria castillera apostó por un liberalismo no radical que le permitió garantizar y fortalecer su acceso y control de los mecanismos de reproducción económica y dominación social. De las dos ideologías que prevalecieron, progresismo y moderantismo, fue este último el que se impuso. Los moderados llevaron a cabo unas férreas soluciones autoritarias, de control social y político (violencia, patronazgo y clientelismo) con el fin de impedir la “derivación revolucionaria”. En cambio, los progresistas defendieron, para la estabilidad política, la no marginación y la no exclusión: la integración de la clase media (profesiones liberales) y popular en el sistema con el fin de evitar “actos de rebelión” por parte de estos grupos. Sin embargo, en más de una ocasión las autoridades de Castillo de Locubín y Alcalá la Real acusaron a los hermanos José y Federico Parera Rico de delito de rebelión y desacato a las autoridades, alegando ser personas “díscolas, demócratas, republicanos, revolucionarios, de ideas avanzadas”.

Con la llegada de la Restauración se pone de manifiesto la continuidad de las mismas familias políticas en el Ayuntamiento. Los viejos políticos isabelinos se sucederán ahora en el poder a través del “turno pacífico” y bajo la denominación genérica de conservadores y liberales. Los más destacados representantes políticos del Sexenio Democrático (1868-1874), Ramón García-Negrete Mariscal, su hijo Carlos y Federico Parera Rico, así como sus más directos familiares, sufrieron amenazas y persecuciones por parte del grupo de los alfonsinos y carlistas. Un buen ejemplo fue el suceso de los hachazos de la puerta de la casa “Federico Parera” ocurrido poco después de la proclamación de Alfonso XII como rey por el general Martínez Campos en Sagunto. En los primeros días de enero de 1875 la viuda Asunción García-Negrete Parera, en compañía de su hijo Ramón (de cinco añosde edad), de su pariente Emilio Extremera Parera (tío materno del médico F. Castillo Extremera) y de la servidora de la casa, Anica Fuentes Aranda, fueron testigos de las amenazas de muerte que tuvieron que soportar por parte del grupo más antirrepublicano y caciquil.



Una situación que fue descrita posteriormente por Federico Parera Castillo en sus reflexiones sobre la proclamación de la Segunda República en Castillo, recordando la labor política y social de sus abuelos y bisabuelos durante la Primera República (1873): “Hasta el tiempo se ha hecho republicano, pues desde el 14 llevamos unos días inmejorables. Como está enferma Anica Fuentes he subido a verla. Allí me encontré con Trini, mi hermana de leche. Está estupenda. Como que es una de las indígenas más guapas. Al entrar salude con el consabido “Salud y República”, y Anica me contestó con un:“¡Viva la República!”. Como antigua servidora de la casa no ha olvidado que al grito de “¡Viva el niño Alfonso!” hachacearon la puerta de la calle pretendiendo quitar la vida a dos mujeres indefensas, mama Asunción y ella, por ser mi abuela Parera. Yo, que no olvido mi sangre, soy desde niño republicano convencido a igual que todos los de la casa”. (Diario de Federico Parera, 16 de abril de 1931.) En el análisis magistral del enfrentamiento entre oligarquías siempre suelo citar como ejemplo a Gerald Brenan, excelente conocedor de la realidad social y humana andaluza. En su obra Al sur de Granada nos comenta la situación política del pueblo de Yégen durante la Segunda Restauración: “La causa de este peculiar estado de cosas (una genuina rivalidad) radicaba en mi casero, Don Fabrique, quien había heredado de su padre la atribución de cacique liberal, que había discutido violentamente con su cuñado, Don Manuel, el cacique conservador. Eran los más ricos de la aldea y vivían uno en el barrio Alto y otro en el Bajo. Don Fabrique se había retirado a Granada, dejando en desorden los asuntos de su facción, pero con un número suficiente de partidarios como para competir en las elecciones. Desde luego nada podía impedir que Don Natalio fuera elegido para las Cortes por una gran mayoría, pero eran los cargos municipales los que le interesaban a la gente de Yégen (...). Los dos partidos eran conocidos simplemente como “nosotros” y “ellos”, y frecuentemente, por los nombres de los caciques. Y esto se debía a que nadie pensaba en términos de partidos nacionales, sino únicamente en facciones de carácter local”.

La tierra, herencia y matrimonio fueron las tres claves fundamentales para comprender la génesis y formación de la oligarquía agraria local. Muchos de los concejales que firmaron las actas capitulares de nuestro Ayuntamiento entre 1875 y 1930 aparecen vinculados por lazos de parentesco, poniendo de manifiesto unas prácticas políticas eminentemente endogámicas donde queda perfectamente traducida, en expresión de Salvador Cruz “una férrea concepción patrimonial del poder municipal, donde la hegemonía y dominio en la esfera económica tiene una inmediata traducción en la esfera de la administración pública”, esto es, la patrimonialización de la Casa Consistorial mediante la alternancia familiar en la alcaldía. El análisis del poder local castillero demuestra que verdaderas dinastías familiares controlaron nuestro Ayuntamiento. Los “segmentos de linaje” más importantes fueron tres: Álvarez, Parera y Castillo. En dichas parentelas se formaron unas clientelas que mostraron el honor y el poder recíproco de estos grupos familiares: en determinadas familias se reclutaron los alcaldes de generación en generación. Los políticos más significativos fueron: los hermanos Álvarez Izquierdo, Adriano, Camilo, Antonio, Francisco, José y Ezequiel, Ramón García-Negrete Mariscal y su hijo Carlos, los hermanos José y Federico Parera Rico, Juan Castillo Aranda, José María Álvarez Márquez, Antonio Castillo Hidalgo (“Bandurria”), Miguel Castillo Roldán (“Zacoto”), Antonio Fuentes Aranda, José María Álvarez Castillo(“Peluquín”), Juan López Aranda, Juan Castillo Contreras (“Chinche”).........

En este ambiente de caciquismo y oligarquía se crió Flora Extremera Parera.

Hacia la Segunda República

De su matrimonio con Manuel Castillo nacieron varios hijos: Federico (médico), Manuel (torero), Francisco (veterinario), Dolores (la del estanco).... Federico, una vez hechos los estudios primarios en Castillo, ingresó en un instituto de Jaén donde obtuvo el bachillerato en 1893. Se licenció en Medicina en 1900. Siendo alumno interno en el hospital general San Juan de Dios de Madrid escribió una obra titulada Un día de guardia en San Juan de Dios, donde nos narra su labor social y compromiso con los enfermos. En su lista se encontraban aquellas mujeres prostitutas que habían contraído alguna enfermedad venérea: “Esas infelices son las que reclaman en nombre de todo lo que signifique dignidad, el que nadie se aproveche de su miseria para pisotearlas y escupirlas”.
Después de haber sido durante algunos años médico titular de Fuerte del Rey finalmente se estableció en la capital donde adquirió una notoria fama por su compromiso social. En 1904 ingresó en la Real Sociedad Económica de Amigos del País.

Poco después contrajo matrimonio en Alcalá la Real el 2 de abril de 1905 con su prima DoloresGarcía-Negrete Ruiz Zarco, hija de un célebre político liberal, Carlos García-Negrete Parera, que fue alcalde de Castillo de Locubín durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874), y presidenta de la Asociación de Mujeres Antifascistas durante la guerra civil española en la provincia de Jaén.
Murió fusilada en el cementerio de San Eufrasio de Jaén capital el día dos de marzo de 1940, a la edad de 53 años. Dolores “La Bella” fue una de las mujeres más combativas en la defensa de la República ante el avance del fascismo, llegando a presidir la Campaña de Invierno del Socorro Rojo Internacional a lo largo de 1937, organizando subastas benéficas con el fin de recaudar fondos para asistir a los soldados que estaban en el frente de batalla. Sus discursos y actuaciones ejercieron una gran influencia en el imaginario colectivo jienense de su tiempo.

En 1910 alcanzó Castillo Extremera el doctorado en Medicina.

Presidió la Asociación de Prensa en 1914. Artífice de la construcción del Teatro Norte, edificio que fue inaugurado el 24 de Julio de 1918. Escribió varias comedias en las que se aprecia cierta denuncia, como la llamada “Los Intermediarios”. En 1929 era presidente del Círculo Mercantil.
Su afición por el arte, la literatura y la música le hicieron estar presentes en muchos de los actos culturales que se organizaban en Jaén.

El matrimonio Castillo García-Negrete formó una prolífica familia. Dolores llegó a parir nada menos que veintitrés veces habiendo conseguido reunir vivos a catorce de sus hijos. Al final de la guerra civil española vivían once.

En 1930 participó en un mítin público en la Carolina, momentos antes de proclamarse la Segunda República. El PSOE provincial organizó dicho acto, celebrado en el teatro Carlos III, donde asistieron los políticos más influyentes de la izquierda jienense, siendo presidido por José Piqueras Muñoz, alcalde de la Carolina repuesto por el gobierno Berenguer y que sería gobernador civil de Jaén durante la guerra. Ante una gran muchedumbre se criticó duramente a la derecha y a la monarquía y se reivindicaron los derechos de la clase trabajadora. El resultado fue la detención de los intervinientes por la Guardia Civil que fueron procesados acusados de “calumniar e injuriar a Su Majestad”. Si bien con el advenimiento republicano en 1931quedaron sobreseídos sus procesos y ellos libres.

Tras la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 Castillo Extremera fue nombrado Jefe provincial republicano. En aquellos momentos decisivos se prodigó en mítines por muchos pueblos de la provincia junto a algunos de sus hijos, entre ellos Carlos Castillo García-Negrete. Un acto decisivo tuvo lugar en el municipio que le vio nacer y criarse: Castillo de Locubín.

El 18 de Abril de 1931 Federico y su hijo Carlos celebraron un mitin en la calle del Ayuntamiento de dicha localidad ante la afluencia de miles de personas. Así describió Federico Parera Castillo (sobrino y ahijado de Castillo Extremera) dicho acto durante los dias 17 y 18 de abril: “Mañana es fiesta local porque viene el padrino con Carlitos, y como es jefe provincial republicano, se cierran establecimientos y centros docentes, y se organiza una manifestación monstruo (....).Estoy muy cansado. A las 10 estaba camino del paseo para recibir al padrino y a Carlitos “del” Castillo, como ha dado Manuel Peinado en decirles; pero cuando el padrino le oye dice “Don Federico de la leche” y se hocica un tanto. A pesar de la invitación de los “Chamarizos” para ir a recibirlos a las Ventas en automóvil no quise aceptarla, porque quizás sea su espíritu impropio del S. XX; pero no quiero pecar de gorrón ni en un ápice.

Después de venir nos fuimos al Ayuntamiento para hablar. Primero lo hizo Manuel Peinado, que ha estado colosal de catastrófico. Si tuviera que vivir de la notaría se moría de hambre. Guarda analogías cortísimas al hablar como los telégrafos: “Ta,ta, ta,ta,ta,ta...”. Entre otras chorradas fue el presentar al público a unos hijos del pueblo. Tonterías.El padrino habló poco. Lo hizo bien. Dijo que traía para el pueblo un abrazo de Alcalá Zamora, que no ha olvidado al Castillo, y otro de Largo Caballero. Entre otras cosas dijo: “Y mientras muchos obreros pedían limosna para comer porque no tenían trabajo, las joyas de la ex –reina se valoraban en trescientos millones de pesetas”. Carlitos estuvo colosal. En su discurso no hay nada despreciable. Ataca duramente al fallecido régimen, y, entre otras cosas, le dijo a Miguel Primo de Rivera jefe de ladrones. El pueblo, una muchedumbre inmensa, le aplaudía incesantemente y le ovacionaba, y los vivas a Carlitos Castillo salían del fondo de los corazones. Carlitos llegará a la cumbre. Tiene dotes de gran orador. La palabra cálida. El ademán elegante, tribunicio. La construcción elegante, irreprochable. La improvisación inmejorable. Tito Don Miguel, Don Juan Luna y todos los que le han comprendido, pues muchos se han quedado a dos velas por analfabetos, tienen mi misma opinión. El encargo que me ha hecho es que estudie mucho para llegar”.

En aquellos momentos de efervescencia republicana Carlos ya simpatizaba con las ideas comunistas. Así se pone de manifiesto en los escritos de Federico Parera Castillo un mes después:
“Carlitos sigue de comunista declarado y por eso no le han dado ningún cargo en este Gobierno.No se presenta a Diputado pues Alcalá Zamora colocado en este aspecto no le protege. Y Carlitos piensa luchar por la implantación del comunismo”.




Poco tiempo después de la proclamación del nuevo régimen Federico fue elegido diputado a Cortes en las elecciones de junio de 1931 por Derecha Liberal Republicana, pero pronto pasó al Partido Republicano Conservador. Durante el duro mes de enero de 1933 fue Acción Republicana la que lo admitió en su partido.
El día 20 de abril de 1934 tuvo lugar la Asamblea de Constitución de Izquierda Republicana en la provincia de Jaén. La Comisión Organizadora del partido convocó en la capital de la provincia a los afiliados de los disueltos Acción Republicana y Partido Republicano Radical Socialista (independiente), así como a todos los que comulgaban con la ideología del mismo. En mayo de dicho año participó en la fundación de Izquierda Republicana en la ciudad de Jaén. En concreto, el día uno se constituyó la Junta Directiva Local de Izquierda Republicana, en la que resultó elegido como presidente Federico Castillo Extremera.


El día 15 de Julio de 1934 se celebró la primera Asamblea Provincial de Izquierda Republicana, donde Castillo Extremera fue elegido primer presidente provincial del Partido. El 13 de marzo de 1936 fue nombrado concejal interino y diputado provincial y, en este mismo año, fue nombrado presidente de la Diputación Provincial de Jaén. Falleció el 13 de Septiembre de 1936 de un cáncer de garganta. En la sesión del Ayuntamiento de finales de noviembre de 1936 se dio noticia de su muerte y acordaron en pleno dar su nombre a una calle, proposición que fue aceptada.




3 comentarios:

  1. Felicidades por este trabajo de investigación. Estoy investigando una rama familiar y tengo en el siglo XIX a Antonio Castillo Hidalgo casado con Asunción Peñalver Peinado. En su artículo menciona al sr Antonio Castillo Hidalgo, y no sé si usted podría indicarme si se trata de la misma persona. Gracias de antemano.Saludos

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